viernes, 31 de julio de 2009

Watchmen IV (a)


Bueno, el cuarto capítulo de Watchmen es sencillamente espectacular. En él presenciamos al Dr. Manhattan -el personaje más complejo de la obra- en medio de Marte, recién escapado de la Tierra por las acusaciones de las que ha sido víctima. Hay la tentación de decir que allí, en su soledad, comienza a recordar eventos del pasado, pero ‘recordar’ no es lo que en realidad hace. Tampoco ‘salta’ en el tiempo de un evento a otro; lo que presenciamos más bien es la vivencia simultanea de Manhattan en los diferentes tiempos; pasado, presente y futuro a la vez. Intentaré jugar con esta condición ontológica en este primer comentario sobre el cuarto capítulo. He decidido dedicar una segunda parte más ligera a una reflexión más dirigida a la condición política que genera la existencia de Manhattan. Vamos entonces con esta primera parte paso a paso.

No es fácil captar en una qué es lo que le ocurre a Jon Osterman para que se convierta en el Dr. Manhattan. Repasemos esto. El accidente que le ocurre a Osterman ocurre en una máquina que separa a los objetos de sus campos intrínsecos. Es decir, algo así como que a los objetos se les quita lo más íntimo, lo más esencial que tienen. Según se dice, en la página cuatro, este experimento en particular se estaría realizando para saber si es que hay algo más, aparte de la gravedad, que mantenga a los objetos unidos (digamos, que los mantenga siendo lo que son). Lo que hace Moore, me parece, es jugar con la idea de que sí hay un campo intrínseco, esencial, íntimo, que mantiene a las cosas siendo lo que son. Cuando Jon Osterman queda encerrado en la cabina experimental sufre una desintegración total de su cuerpo físico, tal y como ha ocurrido con los demás objetos materiales en los que se ha realizado el experimento. Pero en un ser humano, ha ocurrido, al parecer como fruto de un azar inexplicable y muy anormal, que se ha desintegrado la materia pero “una forma de patrón electromagnético similar a la conciencia sobrevivió” [Aquí no estoy seguro de mi traducción, el texto original dice: “…a form of electromagnetic pattern resembling consciousness survived”]. Esta especie de resto de conciencia sería el campo intrínseco que fue separado y no fue destruido, a partir de esto, tal ‘conciencia’ pudo reconstruirse un cuerpo físico. Acá ya hay planteado algo muy interesante: el ser humano tiene algo íntimo que lo hace ser lo que es, pero cuando este algo sufre la separación de lo físico, libera una potencialidad de ‘poderes’ para manipular lo físico como le plazca. Al fin y al cabo lo que hace Manhattan es manipular los átomos de la cosas del modo en que quiera, sin siquiera tocarlos; algo así como si, ahora que un campo intrínseco humano se ha liberado, este es capaz jugar con los campos intrínsecos de todas las demás cosas físicas. Dicho de otro modo, ese algo que hace que el ser humano sea lo que sea, esa intimidad profunda que lo forma, es la capacidad ilimitada de manipular a lo que lo rodea. Esta lectura, si es que tiene algo de correcta, es muy interesante con respecto a lo que Moore estaría implicando en el comic. (Me hace recordar a un comic chileno que acabo de adquirir: ‘Bilis Negra’ de Mario Markus, en donde se juega con la idea de que una máquina teletransportadora sólo operaría con lo físico, pero habría algo más que no es físico en el ser humano, que la máquina no podría teletransportar.)

Pasemos a la condición en la que se encuentra Dr. Manhattan mismo. Su condición ontológica y metafísica es muy compleja, y se revela de forma fascinante en el comic. Observemos primero cómo Manhattan describe los eventos por los que vamos paseando. La descripción me suena a los apuntes sobre los hechos físicos que haría un científico en medio de un experimento. Son apuntes que parecen referirse estrictamente a la medida de las cosas, sin importar qué evento es el que se está describiendo. De este modo Manhattan se pasea por el pasado, el presente y el futuro, cosa que permite que este capítulo nos proporcione una cronología muy completa de los hechos en el comic. Pero en este pasearse por el tiempo hay algo muy interesante. Manhattan no recuerda el pasado, ni proyecta o vaticina los eventos del fututo, él más bien parece estar viviendo cada uno de esos hechos en simultáneo. En la página 16, cuando discute con su primera pareja -Janey Slater-, le dice: “I can’t prevent future. To me it’s already happening”; y luego dice claramente que hace años, cuando le decía que la amaba, la escuchaba a la vez gritándole por la discusión que están teniendo en el presente. Luego le dice que pronto harán el amor, pero esto no es un aviso de que sabe lo que va a pasar, es un aviso de que él ya está viviendo lo que va a pasar. En el post anterior dije que Manhattan era una especie de ‘observador objetivo’, y me equivoqué; Manhattan no observa los hechos, los vive objetivamente, es más bien un viviente objetivo, un experimentador objetivo. Entiende todo, no porque ya lo conoce todo, sino porque no deja nunca de conocerlo todo; pasado, presente y futuro están ocurriendo en paralelo para él.

La complejidad aquí reside en que Manhattan sigue siendo una sola persona, sigue siendo él quien vive todos los eventos a la vez, pero sin embargo son todos diferentes eventos que no dejan de cambiar y de progresar. Hay unidad y multiplicidad a la vez ocurriendo en la ontología especial de Manhattan. Y lo más interesante aquí es que, a pesar de la deshumanización que sufre en su transformación tras el experimento, él sigue, claramente, teniendo muchos rasgos humanos. Hay en Manhattan muchísimas muestras de sensibilidad. E incluso, a pesar del acercamiento siempre frío y analítico a los eventos, desprende chispazos de melancolía. En la página 11 le dice a Janey Slater con sinceridad, aunque sabiendo que miente, que la ama y que nunca la dejará. En la página 17 hace incluso una descripción estética, poética, metafórica del beso que se da con Laurie Juspeczyk (“After each long kiss, she plants a smaller, gentler one upon my lips, like a signature.”). En la página 25 muestra claramente esta dicotomía entre lo que siente y lo que sabe, cuando se lamenta por vivir un momento en el que no desea separarse nunca de una mujer, sabiendo sin embargo que lo va a hacer. Manhattan dice haber perdido la capacidad para sentir la temperatura (pag. 12); es decir, su capacidad para percibir sensaciones empíricas, físicas, ha desaparecido. Pero su capacidad para sentir espiritualmente no se ha desvanecido, y esta parece ser la miseria de Manhattan, la tragedia en la que tiene que vivir eterna y constantemente.

Es como si él estuviera en una especie de espacio intermedio entre el nirvana y el devenir humano. Siempre más allá, siempre trascendiendo lo limitado, siempre accediendo a lo infinito, pero aun así, siempre sometido al constante devenir humano, a los sentimientos de esperanza, de melancolía, de vergüenza, de remordimiento. Liberado de la condición humana, y a la vez atrapado en ella. Esto me hace recordar a algo que ocurre en otro comic (otra obra maestra): Sandman de Neil Gaiman. Allí ocurre que en la familia de Los Eternos no se considera que alguno sea en efecto una persona. La familia está compuesta por los hermanos Sueño, Destrucción, Desespero, Muerte, Delirio (que antes fue Delicia), Deseo y Destino. No son dioses ni son hombres. Son Los Eternos, sin muerte y sin nacimiento. En algún momento hay una discusión entre sirvientes sobre qué son ellos. Si uno muere y otro lo reemplaza, no ha habido cambio verdadero. Son más bien una idea, o una representación. Hay alguien (Abel, el hermano de Caín) que lo dice con precisión: son “un punto de vista”. Recuerdo esto porque me parece que a Manhattan le cae de pelo la descripción. Ya no es un humano, no es un dios sin embargo. Sigue sometido al devenir de los mortales, pero tiene condiciones inmortales y absolutas. Creo que sería bastante acertado decir que si algo es, dentro de la complejidad a la vez universal y singular de su ontología, es un “punto de vista” puro y desinteresado, pero aun condicionado por la perspectiva. Aun sujeto al lenguaje, a la mirada limitada, al condicionamiento de la ciencia y de la sociedad. Se me viene a la mente algo también dicho en Sandman, por mi miembro favorito de la familia de Los Eternos: Delirio. Ella dice en una ocasión que hay algo que le “sabe un poco a siempre”. Y se me ocurre que “a siempre” es que le debe saber la existencia a Manhattan.

miércoles, 29 de julio de 2009

Watchmen III


Todos los capítulos de Watchmen terminan con alguna cita sacada de fuentes tanto populares como clásicas. El tercer capítulo termina con una cita a la Biblia: “¿Acaso el juez de toda la Tierra no hará lo correcto?” [Génesis 18, 25]. Las palabras se las dirige Abrahán a Yavé en el siguiente contexto: Yavé ha decidido condenar a Sodoma a la destrucción, por los terribles pecados que habían cometido los habitantes de ese pueblo. Abrahán, primer patriarca de Israel, intercede por el pueblo e insta a Yavé a no llevar a cabo la destrucción. Lo persuade, poco a poco, a que si es que encuentra al menos 10 personas justas en todo el pueblo, los librará del castigo. Yavé acepta la propuesta de Abrahán y promete perdonar a injustos y pecadores si entre ellos halla a sólo 10 hombres buenos.

El tercer episodio de Watchmen tiene como evento principal la huída del Dr. Manhattan de la Tierra. Aquí ya se comienza a develar la condición de especie de observador objetivo de la realidad que es Manhattan. Se conoce de una relación anterior que tuvo con una mujer y cómo fracasó, siendo él acusado de insensible e incapaz de comprender a las personas, tal como sí parece comprender los fenómenos físicos. Esta es la misma acusación que después le hace Laurie Juspeczyk, su siguiente pareja. Lo interesante aquí es que a lo largo del capítulo sí podemos ver ciertos rastros de melancolía y sensibilidad en Manhattan. A pesar de que parece conocer perfectamente cómo van a desencadenar los hechos, él no es ajeno a ellos y los vive tal como si fueran una sorpresa para él. Por ejemplo, cuando pelea con Juspeczyk y luego es acusado de provocar cancer en la gente que tiene alrededor, hay claras muestras de irritación y sentimentalismo en él. En la página 19, viñeta 4, incluso se auto-reprende por ser incapaz de cohabitar física y psicológicamente con las demás personas. Luego se larga de la Tierra, haciendo antes una parada en Arizona, para recoger una fotografía antigua, en una auténtica muestra de sentimentalismo. Todos estos temas seguirán siendo planteados en el siguiente capítulo, por ahora sólo los dejo flotando.

Otro factor muy notorio de este capítulo es la primera aparición de dos personajes: el vendedor de periódicos y el joven negro que lee un comic al lado del puesto. Sin duda este es uno de los factores más sobresalientes del trabajo de Moore, el comic ‘Tales of the Black Freighter’. En él presenciamos la experiencia del único sobreviviente de un barco atacado por piratas. Presenciamos su llegada a una isla, a donde arriba acompañado sólo de los demás cuerpos muertos, o de partes de ellos. La crudeza con la que Moore narra esta historia es fenomenal. La terrible desesperación del personaje, no sólo por su situación, sino también por el convencimiento de que los piratas se dirigirán al pueblo donde está su familia, condenada a la muerte, es contada en paralelo con el desencadenamiento de una crisis mundial, provocada directamente por la huída de Manhattan a Marte, que da inicio a la acción bélica por parte de Rusia. Ella comienza a invadir Afganistán y se hacen cálculos de que no se detendrá hasta Europa. Los líderes políticos y militares de Estados Unidos discuten sobre la situación y sobre qué tan conveniente es que ellos se entrometan en el escenario. La fría discusión discurre mientras vemos a un solitario Dr. Manhattan caminando por Marte, con la foto que antes rescató en la mano. Cuando el plano se centra en su rostro este es de melancolía, algo totalmente opuesto a la sequedad con la que discuten las posibilidades de la guerra en el salón de los líderes norteamericanos. Al final se decide no entrar en los conflictos por un tiempo, y dejar a la humanidad en manos del azar, de la esperanza.

Me quedo al final con el último cuadro, que muestra a Manhattan sentado en medio del desierto de Marte, en una pequeña piedra, solo y con expresión meditativa y melancólica. Un ‘super-humano’ diferente a todos los demás -tal como lo resalta el texto final, otro capítulo de la autobiografía del primer Nite Owl-, pero considerado como uno de ellos por Rorschach, cuando hace su pequeña aparición en el capítulo, advirtiendo sobre la continuidad de la aparente seguidilla de justicieros muertos o desaparecidos. Él siente algo que subyace a toda la situación, algún plan que parece estar cumpliéndose paso a paso.

Termino recordando algo: en el texto bíblico, al final Yavé no encontró a los 10 hombres justos que le propuso Abrahán, y destruyó Sodoma con una lluvia de azufre ardiente. Los ruegos del elegido no fueron suficientes para salvar a todo un pueblo. Se le pidió que, siendo el juez de toda la Tierra, haga lo correcto, y según la teología de la Biblia, lo hizo.

miércoles, 22 de julio de 2009

Watchmen II


El segundo capítulo de Watchmen es uno de mis favoritos, porque en él Moore da una primera mirada hacia los pasados de cada uno de los personajes. Se nos comienza a revelar la carga histórica que tienen no sólo ellos, sino también el mundo en su condición decadente, tal como fue presentado en el capítulo anterior. Todo esto gira alrededor del funeral del Comediante. Cada personaje recuerda algún evento en el que haya vivido alguna experiencia con él, se nos muestra cómo cada uno de ellos se relacionaba con la especial personalidad que él tenía. De arranque tenemos el recuerdo de Sally Jupiter, primera Silk Spectre (la segunda será su hija), en donde presenciamos el intento de violación contra ella que comete el Comediante. Este se nos presenta desde el inicio como un desgraciado, como un hombre al que no le cuesta nada someter éticamente a las demás personas, llegando hasta el extremo. Esto se muestra también en el recuerdo del Dr. Manhattan, donde el Comediante no tiene ningún reparo para matar a una mujer embarazada de él, después de que esta le cortara la cara con una botella. Cuando la mujer embarazada lo confronta para que hablen, él no tiene reparos en mandarla al demonio con total frialdad. “You walk away from this?” se le pregunta. “Sure” responde él inmediatamente. Le importa un bledo. A la hora de dispararle lo hace con la más absoluta insensibilidad. Pero me parece que no se trata de una indiferencia por el mundo -más tarde lo veremos llorando en frente de su enemigo de toda la vida, por algún descubrimiento terrible que ha hecho, descubrimiento que a nosotros se nos irá revelando de a pocos. Hay, más que indiferencia, desprecio por el mundo, pero a la vez hay comprensión de cómo él funciona. Una y otra vez se nos irá presentando a lo largo del comic la sensación de que el Comediante es el único que realmente comprende al mundo, a su decadencia. La diferencia de él con los otros es que él simplemente se divierte con las condiciones del mundo, no se deja conmover, no depende de ellas. Y a mí me queda la sensación de que el desprecio surge precisamente de la comprensión. Pero dejemos este tema para un poco más adelante.

Quiero recalcar dos cosas en especial de este capítulo. En primer lugar, el recuerdo de Adrian Veidt. Vemos una reunión de enmascarados, en donde se está intentando unir un nuevo grupo de ‘superhéroes’, suponiendo que el anterior ya lleva un tiempo desaparecido. Sólo Captain Metropolis y el Comediante permanecen del primer grupo -los minutemen. La actitud del Comediante es por supuesto de desprecio hacia las ingenuamente heroicas intenciones de Metropolis, quien quiere salvar al mundo de todo mal, quien separa con gran facilidad lo bueno de lo malo, al modo de un Superman pleno de humanidad. Pero más allá de esto, me llama la atención que este sea precisamente el recuerdo de Veidt, quien parece ser el único de la reunión que realmente coincide con Metropolis, creyendo que “ninguno de los problemas del mundo es insuperable” [pag.11, la traducción es mía]. Sin embargo en Veidt hay, claramente, más madurez que en Metropolis. Este último intenta afrontar los problemas con bondad escolar, Veidt en cambio lo intenta hacer con inteligencia, con planificación. Acá ya Veidt se nos muestra como un hombre racional. Como un convencido de que es a partir de la razón que el ser humano puede superar los obstáculos, puede llegar a sus metas. Una razón que peca a veces de instrumentalista y de desinterezada por el aspecto espiritual del ser humano. Pero dejo esto ahí. Sólo añado que es muy sugerente cómo termina este recuerdo, es decir, en la penúltima viñeta de la página 11, en donde ya todos los participantes de la reunión han decidido marcharse y Metropolis les ruega para que se queden. Aquí las palabras de este último son importantes: “Alguien tiene que hacerlo, ¿no lo ven? Alguien tiene que salvar al mundo…” Mientras esto es dicho, vemos a Veidt mirar, seriamente, preocupadamente, reflexivamente, el pizarrón quemado en el que Metropolis había colocado las etiquetas de los problemas que abruman al mundo. Lo dejo ahí.

Una segunda cosa que quisiera recalcar es el texto final de este capítulo. En él se narra el origen del primer grupo de superhéroes, aquí hay muchos factores importantes a tomar en cuenta para comprender a estos personajes. Para empezar, queda clarísimo algo que ya había sido mostrado en el primer capítulo, pero esta vez con respecto al segundo grupo, es decir, la motivación personalísima que tiene cada uno de los sujetos enmascarados para hacer lo que hace. Alguno lo hace por algún deseo de justicia, otro lo hace por la fama, otro lo hace como un trabajo -un modo de ganar dinero, otro lo hace para calmar un deseo de constante acción, alguno lo hace por más de una de estas razones. El Comediante parece hacerlo casi para divertirse, para burlarse de los demás, para tener cierto poder sobre ellos. Así mismo se hacen patentes las diferencias de las personalidades y convicciones de cada uno de los enmascarados. Alguna vez Moore dijo sobre este comic que trataba a sus personajes de modo que se vean ridículos en su humanísima ‘superhumanidad’. Esto me parece que se muestra muy claramente cuando el texto final dice que habían diferencias políticas entre los minutemen. Se dice que Hooded Justice aprobaba las actividades del régimen nazi de Hitler, y que Captain Metropolis había dicho, en alguna ocación, cosas racistas contra los negros y los hispanos. Hollis Mason, primer Nite Owl y autor del texto que leemos, se refiere a la situación interna del grupo diciendo: “Teníamos gusanos en la manzana, comiéndola desde adentro.” [“We had worms in the apple, eating it from inside.”]

Regresemos un poco a la noción del mundo que tiene el Comediante. Él dice: “Una vez que te has dado cuenta del chiste que es todo, ser el Comediante es lo único que tiene sentido.” Luego añade: “Nunca dije que era un buen chiste! Yo sólo sigo adelante con la broma (gag)…” Esto se opone al momento en que se narra la visita que el Comediante le hace a su enemigo de toda la vida. En medio de la madrugada, borracho, llora en frente de él por algo terrible que sabe se está haciendo en una isla, y que lo sumerge en un estado abismal de desesperación e incomprensión. El Comediante pide explicaciones desesperadamente, como al parecer nunca lo había hecho. Parece estar apiadándose del mundo, encontrando por primera vez lo que es la maldad. Como si por primera vez el chiste no le diera risa, como si sintiera que ha dejado de ser el comediante, pues el titulo ha pasado a otra persona, a alguien con un sentido del humor más brutal, más de lo que él nunca se pudo imaginar. Esta actitud no hace al Comediante humano, su humanidad ya estaba planteada hace rato, esto lo hace más bien miserable, lo hace el más afectado con la situación decadente del mundo. Lo hace el humano más miserable porque es el que más comprende qué pasa con el mundo, pero eso a su vez parece hacerlo el que menos entiende por qué pasa eso con el mundo. Talvez porque es el único que se ha hecho realmente la pregunta.

Pero qué demonios significa este comprender el mundo del comediante. Es decir, cuál es el chiste. Bueno, no lo sé con seguridad. Esto es algo que siempre está implícito en el comic. La comprensión del Comediante parece residir no tanto en el saber cómo ha llegado el mundo a donde está, sino en el saber hacia dónde se dirige el mundo, en cómo paso a paso se va a destruir a sí mismo. Esta autodestrucción que es a la vez autoengaño es una ironía enorme y evidente. El mundo-chiste que ve el Comediante debe tener la forma de sarcasmo, de humor negro. Esta es una dimensión del Comediante que Rorschach parece entender muy bien, con él termina el comic, antes de entrar al texto. Cito su reflexión final, super sugerente: “Blake entendió. Lo trató como un chiste, pero él entendió. Vio los huecos en la sociedad, vio a los pequeños hombres enmascarados tratando de soportar juntos… Vio el verdadero rostro del siglo veinte y eligió convertirse en un reflejo, en una parodia de él. Nadie más captó el chiste. Por eso es que él era un solitario. Escuché un chiste una vez: Hombre va al doctor. Dice que está deprimido. Dice que la vida es dura y cruel. Dice que se siente muy solo en un mundo aterrorizante donde todo es vago e incierto. El doctor dice 'El tratamiento es simple. El gran payado Pagliacci está en la ciudad esta noche. Vaya a verlo. Eso debería animarlo.' Hombre estalla en lágrimas. Dice 'pero doctor… yo soy Pagliacci.'” El mundo como un gran sarcasmo. Conforme a esto talvez comprendamos al final por qué la desesperación del comediante frente al terrible descubrimiento que ha hecho.

martes, 14 de julio de 2009

Watchmen I

Hace poco he comenzado mi colección de comics (colección material, no la de bajados por internet), y uno de los primeros comics que me preocupé en conseguir en su edición original fue el Watchmen de Alan Moore. Hago a continuación una lectura sobre el primer capítulo del comic, el titulado 'At midnight, all the agents...':


“Cadáver de perro en el callejón esta mañana, marca de llanta en estómago reventado. Esta ciudad me teme. He visto su verdadero rostro. Las calles son grandes desaguaderos y los desaguaderos están llenos de sangre y cuando los drenajes finalmente se atasquen, todos los insectos se van a ahogar. La suciedad acumulada de todo su sexo y violencia hará espuma hasta sus cinturas y todas las putas y los políticos mirarán hacia arriba y gritarán ‘Sálvanos!’…y yo miraré hacia abajo y les susurraré ‘No.’” [la traducción es mía]

Así comienza el primer número de la novela gráfica Watchmen, del inglés Alan Moore. Las palabras son extraídas del diario de Rorschach; esto es lo primero con lo que nos topamos: la rudeza, la antipatía y la crudeza de un personaje que nos comienza a pintar la ciudad sobre la que se desarrollará la historia de todo el comic. Más tarde sabremos que él es sólo uno de los enmascarados a los que nos iremos acercando profundamente. La primera personalidad que nos presenta Moore es la más áspera, la que más desprecia de forma explícita aquello de lo que está rodeado. Aquello que sin embargo quiere, de un modo u otro, arreglar. Tal es la relación más profunda con la que juega Moore a lo largo de todo el comic, y que en este primer número comienza a delinear: la relación entre una ciudad moralmente decadente y una serie de personajes (de seres humanos) que han sido formados en ese contexto y que, de un modo u otro, intentan arreglarlo. Cada uno a su manera, cada uno con sus propias motivaciones y con sus propios objetivos. Allí está el conflicto. La ciudad se muestra igual de podrida para todos ellos, pero cada uno sigue su propio camino para intentar sobrevivir en ella y consolarla hasta donde le sea posible.

En este primer número Moore nos presenta, con la guía y bajo la perspectiva de Rorschach, a los personajes principales de la obra. Poco a poco nos vamos topando con cada uno, todos tan distintos como complejos, en un proceso que va develando, a la vez que va escondiendo, cómo es que ellos se comportan, o más bien, cómo es que quisieran comportarse en el contexto en el que viven. Rorschach, tras enterarse del asesinato de uno de los de su tipo (uno de los enmascarados) se siente en la necesidad de advertir a los demás que pueden estar en peligro. Ninguno lo toma en serio. No explícitamente. Pero es claro que en el fondo todos sufren un quiebre en sus vidas tras este suceso, un quiebre que, más que generar una nueva situación, lo que hace es traer de vuelta sombras del pasado. Así, nos topamos con los primer y segundo Nite Owl, que parecen mantener una relación de lo más amical e ingenua. Dos tipos que representan la más básica bondad, pero vista en un auténtico ser humano, no en Superman. Así, esta básica bondad se convierte en muestras de timidez y melancolía. En el texto final de este primer número, Moore nos muestra cómo es que el primer Nite Owl se motiva para enmascararse y luchar en las calles por la justicia, al modo en que lo hacían sus héroes de ficción. Aquí vemos a un tipo que reacciona con motivaciones que, aunque parecen ser por momentos las del típico justiciero, son muy personales. Y es él mismo quien narra tales motivaciones explícitamente, es decir, se da cuenta de que él no es un héroe sobrenatural, sino que es un ser humano al que las circunstancias de vida lo condicionaron para que se convierta en lo que se convirtió. Ahí está la magia de los personajes de Moore, ellos se saben seres humanos en crisis, se saben sujetos limitados y sufren y actúan por ello. Lo mismo ocurre con el segundo Nite Owl y con Laurie Juspeczyk, ambos cargando un pasado que no saben muy bien cómo aprovechar o desechar (o ambas cosas a la vez).

Dos casos particulares son por supuesto los de Adrian Veidt (Ozymandias) y el Dr. Manhattan: el primero pasa desapercibido en este primer capítulo, del segundo lo más interesante que tenemos es su comparación entre el muerto y el vivo: no hay ninguna diferencia, misma cantidad de partículas en sus cuerpos. Ya se nos va pintando al ser carente de espíritu que es Manhattan, cuestión que luego será crucial para el desarrollo de la historia. Así mismo, no puedo dejar de recordar el último cuadro de la página 23, vemos un primer plano de la cara de Manhattan y atrás a Juspeczyk acordando la cita con Daniel Dreiberg -el primer Nite Owl (a quien ella llama ‘Dan’; el primer Nite Owl llama ‘Danny’; y Rorschach ‘Daniel’: ya está aquí pintada la personalidad de cada uno de los personajes). La expresión de Manhattan en este cuadro es muy sugerente, más tarde sabremos que él vive en una especie de conocimiento total de cómo van a ocurrir los hechos paso por paso, una especie de conocimiento objetivo del transcurrir del tiempo -tema que luego debe ser tratado en detalle por su valor como problema filosófico. La expresión de Manhattan es muy curiosa, yo la leo como una especie de: ‘Ok, aquí comienza todo.’ Me parece uno de esos detalles grandiosos de hacen de este comic la obra maestra que es.

Tenemos aquí entonces los factores para considerar el problema ético que se plantea en este primer número: hay una ciudad -que representa la situación del mundo- que está en una situación de incertidumbre y decadencia moral, donde la gran pregunta por la validez y el destino de los fundamentos en los que ella está posada (representada en el: ‘Who watches the watchmen?’) flota perdida en la suciedad y el desorden de las calles por las que vemos pasar a los personajes. Una pregunta que no sale realmente a la superficie -o que nadie quiere ver en ella-, una pregunta que provoca un vacío (del que ciertamente no estamos nada lejos en la actualidad) que se llena con expresiones como la del bar al que entra Rorschach, en donde todos parecen temer compulsiva y desmesuradamente al tipo que no deja ver su rostro y que sin embargo llega a cuestionarlos a todos, un miedo que él mismo provoca y que se enorgullece de provocar. Creo que la decadencia moral de la ciudad es la manifestación viva y entera del problema ético que abarca a todo el comic; la ciudad cría y la ciudad destruye fundamentos, ella se nutre de su propia podredumbre e intenta sobrevivir a base de valores negativos. Aquí me parece que calza la caracterización del capitalismo que hace Deleuze en su ‘Antiedipo’: “la paradoja del capitalismo es que se trata de una formación social que está constituida sobre la base de lo que era lo negativo de todas las otras [sociedades]. …Lo que era lo negativo de todas las formaciones ha devenido la positividad misma de nuestra formación, eso es estremecedor.” El mundo creado en Watchmen es ciertamente una reunión de valores negativos que luchan implícitamente entre sí desde sus propios intereses, para intentar asentar un fundamento que renueve las esperanzas, que están absolutamente ausentes dentro del contexto presentado. Ante esto, los Watchmen intentan reaccionar no tanto para hacer resurgir a la ciudad, sino para intentar sobrevivir -cada uno a partir de sus particularísimas expectativas- psicológicamente a ella, a esta situación moral. En ninguno de los personajes funcionará algún tipo de auténtica ética universalista, absolutamente todos se mueven de acuerdo a sus propias motivaciones, motivaciones provocadas por sus complejísimas psicologías.

Al final de este primer número, creo que nadie tiene esperanzas de que vaya a presenciar una historia feliz o común. Hay plena conciencia de que se vienen más rastros psicológicos de los personajes, y de la propia ciudad como ente vivo y problemático del que emana el ocaso al que hace referencia Rorschach una y otra vez cuando se refiere a ella, cuando la compara con una carnicería llena de niños retardados. Creo que al final nadie tiene problemas con creerle a Rorschach cuando dice al inicio que le ha visto su verdadero rostro a la ciudad.

domingo, 12 de julio de 2009

Singularidad Vertiginosa




Para aquel que aun se digne a pasar por estos lares, informo que he construido otro blog, esta vez personal, en el que pretendo volcar reflexiones más especializadas en la filosofía.


Este se titula 'Singularidad Vertiginosa'. Invito a los interesados a darse una vuelta.

sábado, 11 de julio de 2009

R.Dawkins y el asombro en la ciencia


Ando leyendo a Richard Dawkins sobre cómo se concibe el asombro en la ciencia y en el arte. Dawkins es uno de mis pensadores contemporáneos favoritos, no sólo por sus ideas filosófico-científicas, sino sobretodo por su novedosa forma de hablar de ciencia, usando siempre metáforas y ejemplos prácticos, apelando a la imaginación del lector. (Bueno, tampoco es tan novedoso, de algún modo ya lo hacían autores como Hawking, Carl Sagan e incluso Isaac Asimov.) Esta actitud lleva a Dawkins a abogar por una comprensión de la ciencia que no se limite a lo racional, considerado siempre como frío, estático y aburrido, sino que se comience a pensar a la ciencia como un lugar del cuál también -igual que en el arte- se puede obtener asombro -y esto implica, aunque no es dicho explícitamente por Dawkins, que también se pueda obtener felicidad, al contrario de lo que autores como Wittgenstein pensarían.

Dawkins invita a pensar en una “ciencia poética” que no simplemente sea un modo de obtener resultados calificables como útiles o no útiles, sino que vaya más allá y sea conciente que nace de la misma fuente de la que nace el arte, es decir, el asombro por el mundo, la pregunta básica del sentido de la existencia. Y ojo, que acá “ciencia poética” no significa ciencia hecha en versos o con dibujitos, significa simplemente la conciencia explícita de que del juego de lenguaje de la ciencia -con todo lo que él implica: el intento de explicación, de demostración, de aclaración de los puntos problemáticos de la realidad- no se extrae fría racionalidad, sino viva pasión.

Para mostrar la errónea actitud hacia la ciencia, que la acusa de matar lo asombroso con sus examinadoras racionalidades, Dawkins recuerda a poetas románticos como Keats, que acusaron a Newton de haber destruido la magia del arcoiris cuando lo descompuso en colores prismáticos. La actitud de Keats, que a mí me suena recontra wittgensteniana, es inadecuada porque se ciega en uno de los polos -el estético-, tanto como estuvo cegada la tradición ilustrada, encerrada en el otro de los polos -el intelectualista. Es en la oposición entre estos dos movimientos, la Ilustración y el Romanticismo, que se fundan las nociones opuestas que tenemos hasta el día de hoy de la ciencia y el arte. En donde, mientras una intenta examinar con sus dedos cómo está hecha y porqué está hecho así el mundo, la otra se queda admirada, estática en su rebosante espiritualidad, contemplando en sueños inexplicables e intocables una belleza de la que ciertamente no participa, sino de la que simplemente se deja bañar en emociones, creyendo dejar totalmente de lado cualquier dimensión que abarque lo intelectual. Las armas con las que el Romanticismo rechaza a la Ilustración son totalmente las opuestas a las que usa la Ilustración. El Romanticismo se apoya, por lo tanto, en el extremo opuesto, en la radicalidad de enfrente. Es simplemente una lucha de radicalidades (que peruano suena eso no?).

Algunos dicen que es necesario, para enfrentar una radicalidad presente, apelar al otro extremo, en donde se encontrarán las únicas armas posibles a partir de las que se podrá vencer. Talvez esto sea cierto, pero más que necesario, yo diría que es inevitable que se vaya al otro extremo (el racionalismo tuvo a su Nietzsche, Seinfeld tuyo a su Bizarro Jerry, el Tractatus tuvo a sus Investigaciones Filosóficas, el progresivo tuvo a su punk, el Michael Jackson negro tuvo a su Michael Jackson blanco). Lo que tendría que ocurrir después del encuentro de radicalidades, es el tomar conciencia de los extremos y aprender a comprender el valor que se pueda obtener en cada uno de los polos, y dicho sea de paso -no tan de paso, esto es recontra importante-, tomar conciencia de que no existen tales cosas como los radicales extremos desinteresados totalmente de su opuesto. En todo acercamiento puramente racional que se quiera hacer a algún fenómeno ya está comprendido el aspecto emocional del individuo, y lo mismo sucede del otro lado, lo racional y lo emocional (o lo espiritual) siempre están en compleja interacción, ya el viejo Platón lo sabía en el Filebo cuando habla de la mezcla, y ya lo había apuntado con vertiginosa pasión Herder cuando rechaza la noción de la unidad en el ser humano.

Aquí de lo que se trata es de saber comprender, apreciar y aprovechar la riqueza de posibilidades que se presentan en cada uno de los aspectos a partir de los que podemos acercarnos a la realidad (digamos, al mundo, a nosotros mismos, a los demás, etc.). Con respecto a la ciencia y al arte, esto significaría no simplemente saber ver en el arte una nueva sabiduría, sino también saber ver en la ciencia una nueva forma de asombro, de espiritualidad. Esto es lo que se le pasa a Wittgenstein y a las tendencias post modernas, y lo que -con más de una objeción aun por apuntar- rescato del programa de Dawkins.