lunes, 29 de junio de 2009

Ind. Vandelay en crisis

Bueno, es claro que este blog entró ya hace buen tiempo a estado de inercia. Creo que falta poco para que las Industrias V. quiebren; la crisis, al parecer, también la tocó a ella.

En un desesperado intento por recobrar vida, las Industrias han decidido convertirse en auspiciadores del genialísimo grupo: ‘Los Querubines Negros de Molocotongo’. Dale con la Cumbia Metalera:

domingo, 14 de junio de 2009

...sobredosis de diálogo...


Alan García: “El gobierno fue muy concesivo, muy dialogante. El diálogo es una virtud, pero cuando se dialoga demasiado la persona que está al frente cree que hay debilidad y temor.”

Quién nos gobierna, el Joker?


Tales declaraciones tienen que ser un chiste. TIENEN que ser un chiste.

“Qué estrecha es la vida de espíritu para Frazer!” dijo Wittgenstein y esa misma noche se fue a dormir tranquilo. Hoy nosotros podremos re-descubrir la estrechez espiritual en García, pero lamentablemente nosotros no podremos irnos a dormir tan tranquilos. Porque tenemos encima a la ciega racionalidad de García, porque ella es la que gobierna sobre este gran cuerpo que es el Perú; pero ella misma -como tantas veces lo ha hecho en otros cuerpos- olvida al espíritu, al que no comparte la misma meta de ‘progreso’ que tiene la razón, al que sólo quiere sonreír y respirar.

“El gobierno fue… muy dialogante”. La tragicomedia peruana.

miércoles, 10 de junio de 2009

Sobre la selva, el gobierno y la muerte

Lamentablemente, no tengo claras las palabras. ¿Qué se espera del dedicado a la filosofía?, ¿reflexiones agudas?, ¿aseveraciones morales?, ¿análisis profundos? Sí claro, todo eso. Pero me quedo en blanco. Sentado cómodamente, desayunando un café con leche; con la felicidad de mi pequeña sobrina al lado, que apenas y puede decir ‘chau’, ‘tío’, y algunas palabras más. Veo en la tv al parlamento que dice que me representa haciendo payasada tras payasada. Y lejos, allá en la selva, allá por donde tendrán que llegar en unos días mi hermana y mi sobrina, en busca del hombre y el padre para darse el abrazo que las tres esperan, semana tras semana, por allá, lejos decía, la gente viviendo en medio de la tristeza y la incomprensión. Pero qué sé yo de eso. Qué sé yo desde aquí con el caliente café con leche que demoré tres minutos en preparar. Trato de ordenarme, de hacer mérito a la claridad de ideas que se supone debería tener ahora más que nunca. Y no. Qué reflexión me vale.

“No pienses, mira!” Ok. No pienso. Tristeza. Impotencia. Sentimientos demasiado profundos que ciertamente no valen nada, que no servirán de nada, que no solucionarán nada. A penas me enteré de la marcha de protesta que habrá en Lima decidí no ir. No encuentro la suficiente motivación como para ir a quejarme del gobierno, o de cualquier cosa. El gobierno. Me repito una y otra vez que la situación es demasiado compleja como para diferenciar entre el bando bueno y el malo, entre el cordero y el lobo feroz. No siento ni los ánimos ni la autoridad moral como para culpar a uno o a otro. “Genocidio” leo en 300 grupos del Facebook; tan fácil es sacar palabras excitantes de la boca cuando surgen estas situaciones. Me tiento entonces yo también a escupir una palabra más, una más gentil, más simple, más básica, más sincera. Diálogo. Se rompió, dicen algunos. Cuándo nació, pregunto yo. Inexistente. Cómo pretendemos vivir sin algo tan básico, tan sencillo, tan delicioso como el diálogo. Qué nos ha llevado a esto. (Lo siento W., creo comencé a pensar) Creo saberlo, creo que sí. Un gobierno preocupado por el bienestar material del país forma ciudadanos exigentes de bienestar material para sí. El bienestar del diálogo no es material, es ante todo espiritual, emocional. Otra vez recuerdo: Alan haciendo alarde de la razón humana, magnífica e incomparable razón humana que no nos permitirá derrumbarnos ante la crisis que tenemos encima. Razón humana. Crisis. Esta es la ignorancia más peligrosa, la que se cree la verdad, la que se cree infalible. Detengan a la razón humana. Razones humanas en busca de beneficios materiales prácticos y nada más que prácticos son las que se han enfrentado y nos han sumergido en esta sensación inútil de tristeza. Un poco de espíritu, un poco de irracionalidad. Y que se abra el diálogo. El diálogo que requiere comprensión, interiorización. …Qué más da. Sigue la tristeza. No marcharé, no protestaré, no opinaré; no pienso, miro. Miro y sí, de pronto siento que sí hace falta condenar. No sé a quién, no sé exactamente por qué. Pero sí hay cosas que hacen falta ser enfrentadas y condenadas. Otra vez me viene a la mente (más bien, me viene al espíritu) la maldita palabra que tanto hace falta. Diálogo. En toda la dimensión ontológica de la palabra. DIÁLOGO carajo. No para llegar a la verdad, ni al acuerdo absoluto. Sino para comprendernos, para acercarnos a la diferencia del otro y enriquecernos con ella, para poder mirar al diferente y poder encontrarnos en sus ojos, para identificarnos con lo ajeno, con la novedad que nos nutre. Pero no. Se tomó las armas, la fuerza, la prepotencia, la razón para “restaurar el orden”; y a punta de razones, de frías y patéticas razones se ha venido hundiendo al espíritu del Perú. La tristeza se convierte en hartazgo, estoy harto. Harto de entender cómo funciona esta máquina destructiva, y no poder COMPRENDER qué clase de ceguera la motiva a funcionar así. Ya no. Motivos para estar solo, para encerrarme en mí mismo, para hacer crecer mi felicidad para adentro, bien para adentro. Impotencia o egoísmo?

sábado, 6 de junio de 2009

Perú y Chile

En 6to de primaria tuve un profesor de Historia del Perú que todo el salón adoraba. Llegaba a clases sin apuntes, sin libros, sin separatas. Flaco y con bigotes, ropa sucia y vieja. Talvez ente 45 y 50 años. Hacía sus clases improvisadamente, de memoria. Hablaba y hablaba a una clase atenta como nunca y de cuando en cuando soltaba una que otra lisura que nos hacía partir de risa. Cuando se decidía a escribir algo en la pizarra para que nosotros copiásemos lo hacía en total desorden y con faltas ortográficas por todos lados. Para nosotros era genial. Recuerdo una clase en particular: la guerra con Chile. Comenzó a narrar cómo se inició la guerra y cómo Perú quedó entrometido en ella. Rápidamente llegó al momento en el que Chile invade el Perú. Recuerdo cómo narraba, con más pasión que nunca, los destrozos y los abusos que cometieron los chilenos contra los civiles peruanos, contra las mujeres peruanas. Recuerdo cómo hablaba de robos, incendios, violaciones, haciendo énfasis en una brutalidad difícil de entender y fácil de condenar. “Esos malditos chilenos” decía, los insultaba cada que podía y se esforzaba como nunca lo había hecho por hacernos entender la enseñanza de este trozo de la historia peruana: los chilenos son unos malditos y merecen nuestro odio. Para nosotros esa clase fue genial, un nuevo bicho nos había crecido y la identidad del peruano comenzaba a aclararse más: ser peruano es odiar al chileno. Debo confesar que no fue poco el tiempo que me mantuve con ese sentimiento. Yo he insultado a chilenos por internet, he discutido sobre el desprecio hacia ese país, he convencido a más de un descuidado amigo de que esa es la manera correcta de pensar. No sé exactamente cuándo todo eso cambió, pero fue, felizmente, hace ya bastante tiempo.

Mi primer contacto cercano con la cultura chilena fue con Neruda, más tarde fueron Los Jaivas y luego Violeta Parra. Todo esta fuertísima influencia cultural, sumada al surgimiento de una conciencia mucho más abierta y mucho más pluralista, provocada probablemente por el amor a la lectura que me fue creciendo, han hecho de mí no sólo un tolerante con Chile, sino sobretodo un amante de la cultura chilena, un profundo admirador de la riqueza que ella guarda y que está en muchísimos sentidos dispuesta a ofrecer. Este odio por Chile, con el que me sigo encontrando por las calles limeñas cada que alguien me mira con ojos serios cuando paseo con mi polo que tiene a la bandera chilena en el pecho, me resulta a estas alturas incomprensible. Lamentablemente muchos peruanos y chilenos siguen formando en su niñez un patriotismo que tiene como núcleo al odio por el país vecino. Un odio que ya no tiene ninguna motivación ni justificación práctica, que se sostiene únicamente en la creencia de que la propia debilidad se supera mostrándose violento contra el otro. Es un odio que yo de niño, junto a varios otros, supe admirar en la figura de un “profesor” que hoy sé que de educador no tenía nada. Hoy lamentablemente más de uno de mis amigos sigue pensando que tal fue un profesor ejemplar. Una educación que forma identidades basadas en el odio no puede formar sujetos felices, ni responsables, ni sinceros consigo mismos. Hace falta comenzar a cambiar esta situación, y sinceramente creo que el cambio está comenzando en esta (mi) generación.

Este domingo 28 de junio habrán marchas simultáneas en Lima y en Santiago, en favor de la hermandad entre Perú y Chile. En Lima a las 3p.m. en el cruce de Arequipa con Angamos; en Santiago a las 4p.m. en la plaza Italia. Vale la pena.