jueves, 25 de diciembre de 2008

Visión y ceguera de Wittgenstein


Me he dedicado, en estos días, a intentar leer pausadamente los aforismos Cultura y Valor de Wittgenstein. Creo que la belleza de varios de ellos merece que dedique más de un post a comentarlos. Quiero comenzar con tres de ellos para mostrar una confusión en la que pienso que calló Wittgenstein.

En el aforismo 224 se lee: “Los seres humanos que continuamente preguntan “¿porqué?” son como los turistas que, con el Baedeker (una guía informativa) en la mano, leen la historia del edificio que tienen enfrente y ello mismo les impide verlo.”

Acá se aprecia un tema recurrente en la filosofía de Wittgenstein. Él hace hincapié constantemente en que no tendríamos que relacionarnos con las cosas de un modo rígido, es decir, de un modo que busque explicaciones concretas, determinadas. Por el contrario, es necesario que veamos las cosas desde un punto de vista más estético, más espontáneo, que nos de lugar al asombro. Esto se muestra clarísimo en su Conferencia de Ética, en la que opone la ‘mirada científica’ a la ‘mirada del milagro’. La primera es la que busca explicaciones y teorías, la que investiga para desmembrar a lo observado (¿cómo la dialéctica platónica?). La segunda mirada es la que ve y se deja asombrar, la que describe y dialoga con lo observado, admirando sus detalles y su complejidad de modo que se haga más importante la belleza que la utilidad (¿Wittgenstein versus Rorty?). Así, Wittgenstein dice que es precisamente el leer la historia del edificio, antes que verlo, lo que no permite que uno se deje asombrar por él. Por decirlo de algún modo, se ha puesto lo múltiple, cambiante y diferente por debajo de lo exacto, único y determinado.

En el aforismo 400 se lee: “La belleza de una figura de estrella -por ejemplo, una estrella de seis puntas- se menoscaba cuando se la ve simétricamente en relación con un eje determinado.”

Aquí encontramos la misma cuestión de antes. Wittgenstein dice que ver a la figura como una forma que se puede descifrar con exactitud es dejar de ver a la figura como algo bello para pasar a verla como un simple objeto de análisis. La belleza del asombro frente a la frialdad de la explicación. (¿Y no puedo asombrarme con la simetría? ¿No se hubiera asombrado Wittgenstein con la simetría de las películas de Kubrick o de Reygadas? Sí lo hubiera hecho, pero asombrarse con tal simetría requiere una visión diferente de la simetría, y no la visión que detiene la película y comienza a medir la imagen con una regla.)

En las Investigaciones Filosóficas Wittgenstein introduce el tema de la ‘visión de aspectos’-tema del que me atrevo a hablar muy poco porque la verdad es que no termino de comprenderlo, quizás precisamente porque es un tema que no merece explicación profunda, sino comprensión espontánea, y muchas veces lo más obvio resulta lo más difícil de ver (tal vez ya lo veo y no me doy cuenta) (en el aforismo 210 se lee: “¡Qué difícil es para mí ver lo que tengo ante los ojos!”)- en el que se pretende mostrar cómo es necesario dejar de ver a las cosas de acuerdo al aspecto que creemos que es el único y el verdadero, para pasar a ver las cosas de cuerdo a la multiplicidad de aspectos en los que pueden ser vistas, comparándolas con otras, o viéndolas por distintas perspectivas (algo parecido creo que hay en Husserl, aunque por supuesto, dicho de forma mucho más pobre e incompleta y talvez más tonta) (ejemplo de ello es nuestra querida mascota: el pato-conejo).

Finalmente, en el aforismo 70 se lee: “Cuando se leen los diálogos socráticos se tiene el sentimiento: ¡Qué espantosa pérdida de tiempo! ¿Para qué estos argumentos que nada prueban y nada aclaran?”

Creo que a Wittgenstein le hizo falta, en su lectura de Platón, una visión más profunda y más abierta, y menos centrada en lo argumentativo. Creo que Wittgenstein no supo ver más allá de los argumentos, y creyó que Platón se quedaba en eso. Se le escaparon a Wittgenstein aspectos platónicos como lo dialógico y lo aporético. Pareciera que leyó a Platón sólo desde un aspecto, y no se dejó asombrar por él, no supo dejarse asombrar. Creo que se vio a los diálogos socráticos como argumentaciones, cuando pueden ser vistos como constante movimiento y confrontación viva de opiniones. Wittgenstein reclama que los argumentos no prueban nada. ¿Y para qué se quiere una prueba? Si no te prueban nada, precisamente hay que saber ver más allá de la simple búsqueda de pruebas (que él mismo rechaza). La mirada que Wittgenstein expresa en ese aforismo adolece de una especie de ceguera; no se supo ver más allá de los argumentos. Y hay tanto que ver más allá.

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