sábado, 15 de noviembre de 2008

Filosofía

Filosofía para el saber

La actividad filosófica se concibe a veces como un medio para el aprender, para el nutrirse de cada vez más conocimientos, discutiendo con ellos, tomando parte de ellos, rechazando algunos de ellos. La actividad filosófica aquí es el auténtico ‘amor por la sabiduría’. Esto ha llevado a lo largo de la historia a numerosos intentos de encontrar ‘la verdad’, de usar la filosofía como un instrumento que posibilita un más fácil acceso hacia las opiniones correctas. Por supuesto, no siempre -y sobre todo en estos tiempos- se da tal caso de deseo fundacional. Hoy en día la mayoría intenta, a través de la filosofía, llegar a la aclaración de ciertos temas que algunos pueden considerar que describen mejor la condición del ser humano en uno u otro nivel, y otros pueden considerar que resultan simplemente más útiles para vivir mejor en comunidad. Filósofos de este tipo son Aristóteles, Descartes, Husserl, y en fin, la gran mayoría. Una filosofía para el saber.

Filosofía para tener la razón

La actividad filosófica se puede concebir también como un instrumento para ejercitarse con el fin de ganar en la discusión, de verse como el más sabio, como aquel al que todos respetan por su altísimo nivel intelectual. Esta filosofía se basa en un ánimo de ganar batallas, de alimentar el ego, de no hacer nunca el ridículo. La historia también está llena de estos casos. Comencemos por el ejemplo clásico: los sofistas, quienes concebían la actividad filosófica como un medio a través del cual podían aprender a hacer del argumento débil un argumento fuerte. Es una filosofía del àgón -de la lucha. El fin era la niké -la victoria. Rorty y Putnam (y Habermas, y Engels, y Brandom, y …) parecen por momentos totalmente inmiscuidos en este tipo de filosofía, en ellos la actividad a veces deja de ser aclaración de posturas para pasar a ser argumentación contra el otro. Schopenhauer sería un convencido de esta dimensión en la filosofía. Prueba de ello es su magnífico libro ‘El arte de tener la razón’. Siguiendo sus pasos, llamo a esta una filosofía para tener la razón.

Filosofía-diversión-felicidad

Concibo una forma de actividad filosófica diferente. Las dos primeras formas que he descrito son las más comunes, y casi siempre es una mezcla de ellas la que se encuentra. Sin embargo -aunque no niego la presencia de elementos de las dos anteriores (las ansias por saber y el ego, por ejemplo)- creo que mi forma de concebir la actividad filosófica no se dirige directamente a ningún objetivo, sino que la concibo a ella misma como un fin. Es una actividad que me produce diversión, que me permite pasarla bien, que me hace feliz en la práctica de ella misma. Esta forma de encarar la filosofía no va en busca de la verdad, ni en busca de tener la razón; no va en busca de nada, encuentra en sí misma la pasión que llama a reflexionar y cuestionar. Más de una vez me encuentro contradiciéndome a mi mismo o cuestionando la postura de algún profesor cuando antes he estado defendiendo esa misma postura frente a otro profesor. Todo esto se explica porque lo mío no se trata de ver con qué profesor o con qué postura filosófica me quedo, se trata mas bien de dialogar con ambas y cuestionar ambas, porque eso es lo que me produce diversión, eso es lo que me hace feliz. Esto puede sonar egoísta en el sentido en que me importa mucho más mi diversión que la utilidad de mis reflexiones para la sociedad o para los problemas comunes, pero debo confesar que eso me importa muy poco. Desde esta concepción, si me divierte reflexionar sobre la esencia de las cucharas, lo voy a hacer.

Me es difícil pensar en filósofos a lo largo de la historia que hayan realizado una filosofía así. Sin embargo, creo que hay dos nombres claves (a quienes me atrevo a dar todas las características antes mencionadas excepto la del egoísmo). Primero, Sócrates, quien creo que vivió en una actividad filosófica que lo movía desde las entrañas a caminar y caminar preguntando y moviendo su intelecto hacia donde este le llevara. El segundo es Wittgenstein, quien publica su Tractatus para luego dedicarse a escribir en modos en los que es claro que no buscaba ninguna verdad, sino que buscaba aclararse a sí mismo. Su vida pareció a ojos de los otros atormentada y extremadamente irregular. Sin embargo creo que su existencia fue totalmente pasional y totalmente entregada a una actividad que lo llenaba de grandeza espiritual. Wittgenstein se escribía a sí mismo, se cuestionaba a sí mismo. Su filosofía es un baile.

Una filosofía que es, ella misma, diversión.

No hay comentarios: