martes, 30 de septiembre de 2008

Koenji Hyakkei - Viva Koenji!! (1997)


Koenji Hyakkei (o Koenjihyakkei) es una banda japonesa de Zeuhl liderada por el baterista Yoshida Tatsuya (perteneciente también a la banda Ruins). Es él quien permanece siempre en la banda, mientras que los otros integrantes van y vienen con cada disco. El primero de ellos fue lanzado en 1994, desde entonces no han hecho más que descargar una cantidad de energía pocas veces vista. Es mi opinión que Koenji Hyakkei extrema un poco más el Zeuhl que hizo (y creó) Magma, de quienes nunca se separan, pero a quienes nunca se parecen. Publico el altamente recomendable segundo disco de la banda japonesa: ‘Viva Koenji!!’.

1. Grembo Zavia
2. Graddinoba Revoss
3. Sllina Vezom
4. Quidom
5. Aramidda Horva
6. Cembell Rotta
7. Brahggo
8. Rissenddo Rraimb
9. Guoth Dahha
10. Pamillazze

'Grembo Zavia'

Nota de advertencia para los no iniciados: el idioma hablado no es un idioma, no es ni siquiera el mítico Kobaian de Magma. Es, al parecer, una serie de sonidos carentes de significación y de sentido. En todo caso, no diría que son carentes de expresión. Lo seguro es que con ellos: Cratilo convulsionaría, Locke desfallecería, Wittgenstein danzaría, Davidson lo seguiría (pero con pasos más ordenados), Quine reíria, Rorty celebraría y Habermas escaparía.

A lo que no les estalle el espíritu, es porque no lo tienen.

martes, 23 de septiembre de 2008

Sobre el rock progresivo

Me topé por ahí con un interesante blog en el que encontré un artículo sobre el rock progresivo. El link al artículo es el siguiente: 'Cuando y donde el rock se convierte en arte'. Casi instintivamente me nació un texto en el que comento y critico lo que se expone en el artículo. Con ánimo de presentar mis puntos de vista publico el texto:

El artículo es muy interesante, muy informante y muy sugerente. Sin embargo hay más de un punto con el que no coincido.

El primer tema que se trata en el texto concierne a la importancia del trabajo del artista en su obra. No puedo estar más de acuerdo con lo expresado en el artículo; la dedicación que el artista le pone a su obra es lo primordial si se pretende realizar algo que trascienda y que tenga un sentido profundo y sincero. El talento nace hasta de casualidad en ciertas ocasiones, lo realmente importante es saber trabajar tales chispasos que suelen tener los espíritus de los artistas para convertirlos en obras intensas. Aclarando que este sentido de trabajo del artista no supone que todas las obras deban estar repletas de arreglos y estructuras complejas; cuando un artista serio y esforzado decide darle la más limpia simpleza a su obra está realizando un trabajo que merece la más profunda admiración, son pocos los que le saben utilizar con maestría a la simpleza y al silencio. Es en este sentido que el artículo dice que “El buen artista afecta nuestras emociones con la calidad de sus ideas, no con la cantidad de notas o el equipo que utiliza al servicio de éstas”. Totalmente de acuerdo.

Sin embargo, es a partir de aquí que comienzo a discrepar con lo que expresa el texto. En primer lugar, no termino de comprender, a partir de la lectura, cuál es la diferencia entre el rock progresivo y el rock arte, a veces me pareció que se hablaba de lo mismo, pero otras veces era claro que se hacía referencia a cosas distintas. Muy probablemente esta confusión se deba principalmente a mi ignorancia frente a lo llamado ‘rock arte’. El pasaje que más confusión me provoca en relación a esta diferencia es el siguiente: “El rock arte está mas apegado a las nuevas músicas que al mismo rock, sirviéndose de la ópera, el folklore, el teatro, la escultura, la poesía, la pintura, los cantos gregorianos, pero donde tiene su mayor, y más elegante auge, es en la música clásica. Por su parte el rock progresivo es un híbrido de jazz, blues y música clásica.” Se caracteriza al ‘rock arte’ como un modo musical (tengo miedo de llamarlo ‘estilo’ pues tal palabrita está manoseada de más) que está más cercano a la música clásica que a cualquier otra influencia; y a su vez, se caracteriza al rock progresivo como una mixtura entre el jazz, el blues y la música clásica. Este ha sido un tema que siempre me ha interesado, y en este caso no estoy de acuerdo con la caracterización que se le da al rock progresivo (la que se le da al ‘rock arte’ no la comentaré pues, como ya dije, mi ignorancia frente a tal modo musical es abundante). Considero que el rock progresivo está muy influenciado del blues y sobretodo del jazz, pero sobre todo, está principalmente influenciado de la música clásica. En el rock progresivo las improvisaciones son muy escasas, y cuando son, no son tan extensas como en el jazz. El rock progresivo está basado, sobretodo, en la complejidad de las composiciones, en lo detallosas que son y en el intenso trabajo intelectual que se puede percibir en ellas. Esta es una clara consecuencia de la gran influencia que tiene la música clásica en el rock progresivo.

Por otro lado, se afirma en el artículo que el rock progresivo se distancia de otros modos musicales por ser más conceptual y por poseer un “caudal de ideas y exploraciones de caminos ilimitados”. Estoy plenamente de acuerdo con que el rock progresivo es usualmente muy conceptual y muy profundo y prolífico en sus ideas, sin embargo no veo porqué un grupo de pop, o de salsa, o de cumbia, o de tangos, no pueda generar conceptos complejísimos repletos de ideas intensas y novedosas. Lo conceptual y la complejidad en los desarrollos de ideas (musicales o intelectuales) no es exclusividad del rock progresivo. Más tarde aclararé cuál creo yo que es la característica del rock progresivo, o mejor dicho de lo progresivo.

Otros asuntos pequeños que quiero comentar del artículo son las alusiones a las letras en el rock progresivo; a los Beatles; y a Magma.

Primero; se dice que en el rock progresivo hay un “uso de letras en forma de poemas”. Bueno, en realidad este es un tema sobre el que debería explayarme pero sólo me conformaré con reclamar la diferencia abismal y clarísima que se debe tener entre una simple letra de una canción y una poesía. Estoy seguro que el autor del texto tiene en cuenta tal diferencia, y que no quiso comparar ambos terrenos, pero hace falta esta aclaración.

Segundo; se alude a los Beatles como un grupo que además de no haber sido gran influencia para el rock (asumo que habrá querido decir rock progresivo, pues de lo contrario es un abuso demasiado grande no considerar a los Beatles como influencia del rock), tuvo un paso de hacer un rock no serio a hacer un rock serio. Por un lado, no considero que los Beatles haya sido influencia principal para el rock progresivo, pero creo que es claro que influyen al menos indirectamente con el movimiento de los 70s; así no hayan sido realmente novedosos, fueron los que con más éxito promovieron la novedad. Por otro lado, es muy injusto considerar que la música de los Beatles pre - Sgt. Pepper's es un rock no serio; cierto es que no tienen mucha complejidad y que se basan sobre todo en melodías ‘bonitas’, pero eso no significa que no hayan estado componiendo con seriedad, por más preocupados que hayan estado por la plata.

Tercero; se dice que el grupo Magma (y un par más que conozco muy poco) no es un grupo de rock progresivo. Aprovecharé este punto para realizar mi última y más importante objeción, y para cumplir la promesa que hice líneas atrás (aclarar a qué considero rock progresivo o simplemente a qué considero lo progresivo). Es cierto, Magma no es un grupo de rock progresivo, pero es, sin dudas, un grupo progresivo. Mi última objeción tiene que ver con que a lo largo de todo el texto se habla del rock progresivo como si el rock fuera el único género musical que puede realizarse desde una perspectiva progresiva. No lo creo así. Lo progresivo es para mí, más que un estilo musical, un modo de hacer música (en el mismo sentido en que la filosofía analítica no es un conjunto de pensamientos comunes, sino un modo de realizar la actividad filosófica). Lo progresivo tiene su base en el trabajo detallado, constante, arduo e intelectual del artista. La obra progresiva, además de prestarse de la música clásica múltiples influencias musicales, se presta de ella la concepción beethoveniana (sí, me doy el lujo de invernarme neologismos) de que el músico realiza con su obra un trabajo muy cuidadoso y racional. De aquí es que surgen tan complejas estructuras, arreglos, melodías, armonías y ritmos que hay en la música progresiva. Por supuesto, también las influencias del jazz y de la psicodelia juegan papeles importantes, pero me parece que ninguna tan importante como la influencia descrita que presta la música clásica.

Es así que considero que tal característica de lo progresivo puede ser aplicada a cualquier género musical, llámese pop, rock, cumbia, huayno, regge, salsa, funk, punk, etc. Cierto es que lo progresivo empezó con el rock, pero a partir de ahí el modo musical puede extenderse, y se ha extendido a muchos otros géneros. El caso de Magma es obviamente un caso especial, el Zeuhl es una aparición magnífica que no parece desprenderse desde su esencia de la concepción progresiva de la música.

Aprovecho para un video de Magma del 2006:

'Mekanik Destruktiw Kommandoh'

Aprovecho también para un video del grupo Marrillion en un concierto de 1985. Tocan el inicio del genial álbum 'Misplaced Childhood':


Pseudo Silk Kimono / Kayleigh / Lavender

Aprovecho también para un video de Los Jaivas en el 2000:

'Amor Americano'

sábado, 20 de septiembre de 2008

Un día perfecto para el pez plátano

J. D. Salinger
(Nueva York, 1919)

En el hotel había noventa y siete agentes de publicidad neoyorquinos. Como monopolizaban las líneas telefónicas de larga distancia, la chica del 507 tuvo que esperar su llamada desde el mediodía hasta las dos y media de la tarde. Pero no perdió el tiempo. En una revista femenina leyó un artículo titulado «El sexo es divertido o infernal». Lavó su peine y su cepillo. Quitó una mancha de la falda de su traje beige. Corrió un poco el botón de la blusa de Saks. Se arrancó los dos pelos que acababan de salirle en el lunar. Cuando, por fin, la operadora la llamó, estaba sentada en el alféizar de la ventana y casi había terminado de pintarse las uñas de la mano izquierda. No era una chica a la que una llamada telefónica le produjera gran efecto. Se comportaba como si el teléfono hubiera estado sonando constantemente desde que alcanzó la pubertad. Mientras sonaba el teléfono, con el pincelito del esmalte se repasó una uña del dedo meñique, acentuando el borde de la lúnula. Tapó el frasco y, poniéndose de pie, abanicó en el aire su mano pintada, la izquierda. Con la mano seca, tomó del alféizar un cenicero repleto y lo llevó hasta la mesita de noche, donde estaba el teléfono. Se sentó en una de las dos camas gemelas ya hecha y—ya era la cuarta o quinta llamada—levantó el auricular del teléfono.
—Diga—dijo, manteniendo extendidos los dedos de la mano izquierda lejos de la bata de seda blanca, que era lo único que llevaba puesto, junto con las chinelas: los anillos estaban en el cuarto de baño.
—Su llamada a Nueva York, señora Glass—dijo la operadora.
—Gracias—contestó la chica, e hizo sitio en la mesita de noche para el cenicero. A través del auricular llegó una voz de mujer:
—¿Muriel? ¿Eres tú? La chica alejó un poco el auricular del oído.
—Sí, mamá. ¿Cómo estás?—dijo. —He estado preocupadísima por ti. ¿Por qué no has llamado? ¿Estás bien?
—Traté de telefonear anoche y anteanoche. Los teléfonos aquí han...
—¿Estás bien, Muriel? La chica separó un poco más el auricular de su oreja. —Estoy perfectamente. Hace mucho calor. Este es el día más caluroso que ha habido en Florida desde... —¿Por qué no has llamado antes? He estado tan preocupada...
—Mamá, querida, no me grites. Te oigo perfectamente —dijo la chica—. Anoche te llamé dos veces. Una vez justo después...
—Le dije a tu padre que seguramente llamarías anoche. Pero no, él tenía que... ¿estás bien, Muriel? Dime la verdad.
—Estoy perfectamente. Por favor, no me preguntes siempre lo mismo. —¿Cuándo llegasteis? —No sé... el miércoles, de madrugada. —¿Quién condujo? —Él—dijo la chica—. Y no te asustes. Condujo bien. Yo misma estaba asombrada.
—¿Condujo él? Muriel, me diste tu palabra de que...
—Mamá—interrumpió la chica—, acabo de decírtelo. Condujo perfectamente. No pasamos de ochenta en todo el trayecto, ésa es la verdad.
—¿No trató de hacer el tonto otra vez con los árboles?
—Vuelvo a repetirte que condujo muy bien, mamá. Vamos, por favor. Le pedí que se mantuviera cerca de la línea blanca del centro, y todo lo demás, y entendió perfectamente, y lo hizo. Hasta se esforzaba por no mirar los árboles... se notaba. Por cierto, ¿papá ha hecho arreglar el coche?
—Todavía no. Es que piden cuatrocientos dólares, sólo para...
—Mamá, Seymour le dijo a papá que pagaría él. Así que no hay motivo para...
—Bueno, ya veremos. ¿Cómo se portó? Digo, en el coche y demás...
—Muy bien—dijo la chica. —¿Sigue llamándote con ese horroroso...?
—No. Ahora tiene uno nuevo —¿Cuál?
—Mamá... ¿qué importancia tiene?
—Muriel, insisto en saberlo. Tu padre...
—Está bien, está bien. Me llama Miss Buscona Espiritual 1948—dijo la chica, con una risita.
—No tiene nada de gracioso, Muriel. Nada de gracioso. Es horrible. Realmente, es triste. Cuando pienso cómo...
—Mamá—interrumpió la chica—, escúchame. ¿Te acuerdas de aquel libro que me mandó de Alemania? Unos poemas en alemán. ¿Qué hice con él? Me he estado rompiendo la cabeza...
—Lo tienes tú. —¿Estás segura?—dijo la chica.
—Por supuesto. Es decir, lo tengo yo. Está en el cuarto de Freddy. Lo dejaste aquí y no había sitio en la... ¿Por qué? ¿Te lo ha pedido él?
—No. Simplemente me preguntó por él, cuando veníamos en el coche. Me preguntó si lo había leído.
—¡Pero está en alemán!
—Sí, mamita. Ese detalle no tiene importancia—dijo la chica, cruzando las piernas—. Dijo que casualmente los poemas habían sido escritos por el único gran poeta de este siglo. Me dijo que debería haber comprado una traducción o algo así. O aprendido el idioma... nada menos.. .
—Espantoso. Espantoso. Es realmente triste... Ya decía tu padre anoche...
—Un segundo, mamá—dijo la chica. Se acercó hasta el alféizar en busca de cigarrillos, encendió uno y volvió a sentarse en la cama—. ¿Mamá?—dijo, echando una bocanada de humo.
—Muriel, mira, escúchame. —Te estoy escuchando. —Tu padre habló con el doctor Sivetski.
—¿Sí?—dijo la chica. —Le contó todo. Por lo menos, eso me dijo, ya sabes cómo es tu padre. Los árboles. Ese asunto de la ventana. Las cosas horribles que le dijo a la abuela acerca de sus proyectos sobre la muerte. Lo que hizo con esas fotos tan bonitas de las Bermudas... ¡Todo!
—¿Y...?—dijo la chica.
—En primer lugar, dijo que era un verdadero crimen que el ejército lo hubiera dado de alta del hospital. Palabra. En definitiva, dijo a tu padre que hay una posibilidad, una posibilidad muy grande, dijo, de que Seymour pierda por completo la razón. Te lo juro.
—Aquí, en el hotel, hay un psiquiatra —dijo la chica.
—¿Quién? ¿Cómo se llama? —No sé. Rieser o algo así. Dicen que es un psiquiatra muy bueno.
—Nunca lo he oído nombrar.
—De todos modos, dicen que es muy bueno.
—Muriel, por favor, no seas inconsciente. Estamos muy preocupados por ti. Lo cierto es que... anoche tu padre estuvo a punto de enviarte un telegrama para que volvieras inmediatamente a casa...
—Por ahora no pienso volver, mamá. Así que tómalo con calma
—Muriel, te doy mi palabra. El doctor Sivetski ha dicho que Seymour podía perder por completo la... —Mamá, acabo de llegar. Hace años que no me tomo vacaciones, y no pienso meter todo en la maleta y volver a casa porque sí—dijo la chica—. Por otra parte, ahora no podría viajar. Estoy tan quemada por el sol que ni me puedo mover.
—¿Te has quemado mucho? ¿No has usado ese bronceador que te puse en la maleta? Está... —Lo usé. Pero me quemé lo mismo.
—¡Qué horror! ¿Dónde te has quemado? —Me he quemado toda, mamá, toda.
—¡Qué horror! —No me voy a morir.
—Dime, ¿has hablado con ese psiquiatra?
—Bueno... sí... más o menos...—dijo la chica. —¿Qué dijo? ¿Dónde estaba Seymour cuando le hablaste? —En la Sala Océano, tocando el piano. Ha tocado el piano las dos noches que hemos pasado aquí.
—Bueno, ¿qué dijo?
—¡Oh, no mucho! ¡Él fue el primero en hablar. Yo estaba sentada anoche a su lado, jugando albingo, y me preguntó si el que tocaba el piano en la otra sala era mi marido. Le dije que sí, y me preguntó si Seymour había estado enfermo o algo por el estilo. Entonces yo le dije...
—¿Por que te hizo esa pregunta?
—No sé, mamá. Tal vez porque lo vio tan pálido, y yo qué sé—dijo la chica—. La cuestión es que, después de jugar al bingo, él y su mujer me invitaron a tomar una copa. Y yo acepté. La mujer es espantosa. ¿Te acuerdas de aquel vestido de noche tan horrible que vimos en el escaparate de Bonwit? Aquel vestido que tú dijiste que para llevarlo había que tener un pequeño, pequeñísimo...
—¿El verde? —Lo llevaba puesto. ¡Con unas cadenas...! Se pasó el rato preguntándome si Seymour era pariente de esa Suzanne Glass que tiene una tienda en la avenida Madison... la mercería...
—Pero ¿qué dijo él? El médico.
—Ah, sí... Bueno... en realidad, no dijo mucho. Sabes, estábamos en el bar. Había mucho barullo. —Sí, pero... ¿le... le dijiste lo que trató de hacer con el sillón de la abuela?
—No, mamá. No entré en detalles—dijo la chica—. Seguramente podré hablar con él de nuevo. Se pasa todo el día en el bar.
—¿No dijo si había alguna posibilidad de que pudiera ponerse... ya sabes, raro, o algo así...? ¿De que pudiera hacerte algo...?
—En realidad, no—dijo la chica—. Necesita conocer más detalles, mamá. Tienen que saber todo sobre la infancia de uno... todas esas cosas. Ya te digo, había tanto ruido que apenas podíamos hablar. —En fin. ¿Y tu abrigo azul?
—Bien. Le subí un poco las hombreras. —¿Cómo es la ropa este año? —Terrible. Pero preciosa. Con lentejuelas por todos lados.
—¿Y tu habitación? —Está bien. Pero nada más que eso. No pudimos conseguir la habitación que nos daban antes de la guerra—dijo la chica—. Este año la gente es espantosa. Tendrías que ver a los que se sientan al lado nuestro en el comedor. Parece que hubieran venido en un camión.
—Bueno, en todas partes es igual. ¿Y tu vestido de baile?
—Demasiado largo. Te dije que era demasiado largo.
—Muriel, te lo voy a preguntar una vez más... ¿En serio, va todo bien?
—Sí, mamá—dijo la chica—. Por enésima vez.
—¿Y no quieres volver a casa? —No, mamá.
—Tu padre dijo anoche que estaría encantado de pagarte el viaje si quisieras irte sola a algún lado y pensarlo bien. Podrías hacer un hermoso crucero. Los dos pensamos...
—No, gracias—dijo la chica, y descruzó las piernas—.
—Mamá, esta llamada va a costar una for...
—Cuando pienso cómo estuviste esperando a ese muchacho durante toda la guerra... quiero decir, cuando unapiensa en esas esposas alocadas que...
—Mamá—dijo la chica—. Colguemos. Seymour puede llegar en cualquier momento.
—¿Dónde está?
—En la playa.
—¿En la playa? ¿Solo? ¿Se porta bien en la playa?
—Mamá—dijo la chica—. Hablas de él como si fuera un loco furioso.
—No he dicho nada de eso, Muriel.
—Bueno, ésa es la impresión que das. Mira, todo lo que hace es estar tendido en la arena. Ni siquiera se quita el albornoz.
—¿Que no se quita el albornoz? ¿Por qué no?
—No lo sé. Tal vez porque tiene la piel tan blanca.
—Dios mío, necesita tomar sol. ¿Por qué no lo obligas?
—Lo conoces muy bien—dijo la chica, y volvió a cruzar las piernas—. Dice que no quiere tener un montón de imbéciles alrededor mirándole el tatuaje.
—¡Si no tiene ningún tatuaje! ¿O acaso se hizo tatuar cuando estaba en la guerra?
—No, mamá. No, querida—dijo la chica, y se puso de pie—. Escúchame, a lo mejor te llamo otra vez mañana.
—Muriel, hazme caso.
—Sí, mamá—dijo la chica, cargando su peso sobre la pierna derecha.
—Llámame en cuanto haga, o diga, algo raro..., ya me entiendes. ¿Me oyes?
—Mamá, no le tengo miedo a Seymour.
—Muriel, quiero que me lo prometas.
—Bueno, te lo prometo. Adiós, mamá—dijo la chica—. Besos a papá—y colgó.
—Ver más vidrio—dijo Sybil Carpenter, que estaba alojada en el hotel con su madre
—. ¿Has visto más vidrio? —Cariño, por favor, no sigas repitiendo eso. Vas a volver loca a mamaíta. Estáte quieta, por favor. La señora Carpenter untaba la espalda de Sybil con bronceador, repartiéndolo sobre sus omóplatos, delicados como alas. Sybil estaba precariamente sentada sobre una enorme y tensa pelota de playa, mirando el océano. Llevaba un traje de baño de color amarillo canario, de dos piezas, una de las cuales en realidad no necesitaría hasta dentro de nueve o diez años.
—No era más que un simple pañuelo de seda... una podía darse cuenta cuando se acercaba a mirarlo—dijo la mujer sentada en la hamaca contigua a la de la señora Carpenter—. Ojalá supiera cómo lo anudó. Era una preciosidad.
—Por lo que dice, debía de ser precioso—asintió la señora Carpenter.
—Estáte quieta, Sybil, cariño... —¿Viste más vidrio?—dijo Sybil. La señora Carpenter suspiró. —Muy bien—dijo. Tapó el frasco de bronceador—. Ahora vete a jugar, cariño. Mamaíta va a ir al hotel a tomar un martini con la señora Hubbel. Te traeré la aceituna. Cuando estuvo libre, Sybil echó a correr inmediatamente por el borde firme de la playa hacia el Pabellón de los Pescadores. Se detuvo únicamente para hundir un pie en un castillo de arena inundado y derruido, y en seguida dejó atrás la zona reservada a los clientes del hotel. Caminó cerca de medio kilómetro y de pronto echó a correr oblicuamente, alejándose del agua hacia la arena blanda. Se detuvo al llegar junto a un hombre joven que estaba echado de espaldas.
—¿Vas a ir al agua, ver más vidrio?—dijo. El joven se sobresaltó, llevándose instintivamente la mano derecha a las solapas del albornoz. Se volvió boca abajo, dejando caer una toalla enrollada como una salchicha que tenía sobre los ojos, y miró de reojo a Sybil.
—¡Ah!, hola, Sybil. —¿Vas a ir al agua?
—Te esperaba—dijo el joven—. ¿Qué hay de nuevo?
—¿Qué?—dijo Sybil. —¿Qué hay de nuevo? ¿Qué programa tenemos?
—Mi papá llega mañana en un avión—dijo Sybil, tirándole arena con el pie.
—No me tires arena a la cara, niña—dijo el joven, cogiendo con una mano el tobillo de Sybil
—. Bueno, ya era hora de que tu papi llegara. Lo he estado esperando horas. Horas.
—¿Dónde está la señora?—dijo Sybil. —¿La señora?—el joven hizo un movimiento, sacudiéndose la arena del pelo ralo—. Es difícil saberlo, Sybil. Puede estar en miles de lugares. En la peluquería. Tiñiéndose el pelo de color visón. O en su habitación, haciendo muñecos para los niños pobres. Se puso boca abajo, cerró los dos puños, apoyó uno encima del otro y acomodó el mentón sobre el de arriba.
—Pregúntame algo más, Sybil—dijo—. Llevas un bañador muy bonito. Si hay algo que me gusta, es un bañador azul. Sybil lo miró asombrada y después contempló su prominente barriga.
—Es amarillo—dijo—. Es amarillo.
—¿En serio? Acércate un poco más. Sybil dio un paso adelante.
—Tienes toda la razón del mundo. Qué tonto soy.
—¿Vas a ir al agua?—dijo Sybil. —Lo estoy considerando seriamente, Sybil. Lo estoy pensando muy en serio. Sybil hundió los dedos en el flotador de goma que el joven usaba a veces como almohadón.
—Necesita aire—dijo. —Es verdad. Necesita más aire del que estoy dispuesto a admitir—retiró los puños y dejó que el mentón descansara en la arena—. Sybil—dijo—, estás muy guapa. Da gusto verte. Cuéntame algo de ti—estiró los brazos hacia delante y tomó en sus manos los dos tobillos de Sybil—. Yo soy capricornio. ¿Cuál es tu signo?
—Sharon Lipschutz dijo que la dejaste sentarse a tu lado en el taburete del piano—dijo Sybil. —¿Sharon Lipschutz dijo eso? Sybil asintió enérgicamente. Le soltó los tobillos, encogió los brazos y apoyó la mejilla en el antebrazo derecho.
—Bueno —dijo—. Tú sabes cómo son estas cosas, Sybil. Yo estaba sentado ahí, tocando. Y tú te habías perdido de vista totalmente y vino Sharon Lipschutz y se sentó a mi lado. No podía echarla de un empujón, ¿no es cierto?
—Sí que podías. —Ah, no. No era posible. Pero ¿sabes lo que hice?
—¿Qué? —Me imaginé que eras tú. Sybil se agachó y empezó a cavar en la arena.
—Vayamos al agua—dijo. —Bueno—replicó el joven—. Creo que puedo hacerlo.
—La próxima vez, échala de un empujón —dijo Sybil.
—¿Que eche a quién? —A Sharon Lipschutz.
—Ah, Sharon Lipschutz —dijo él—. ¡Siempre ese nombre! Mezcla de recuerdos y deseos.
—De repente se puso de pie y miró el mar—. Sybil—dijo—, ya sé lo que podemos hacer. Intentaremos pescar un pez plátano.
—¿Un qué?
—Un pez plátano—dijo, y desanudó el cinturón de su albornoz. Se lo quitó. Tenía los hombros blancos y estrechos. El traje de baño era azul eléctrico. Plegó el albornoz, primero a lo largo y después en tres dobleces. Desenrolló la toalla que se había puesto sobre los ojos, la tendió sobre la arena y puso encima el albornoz plegado. Se agachó, recogió el flotador y se lo puso bajo el brazo derecho. Luego, con la mano izquierda, tomó la de Sybil. Los dos echaron a andar hacia el mar.
—Me imagino que ya habrás visto unos cuantos peces plátano—dijo el joven. Sybil negó con la cabeza. —¿En serio que no? Pero, ¿dónde vives, entonces?
—No sé—dijo Sybil. —Claro que lo sabes. Tienes que saberlo. Sharon Lipschutz sabe dónde vive, y sólo tiene tres años y medio. Sybil se detuvo y de un tirón soltó su mano de la de él. Recogió una concha y la observó con estudiado interés. Luego la tiró.
—Whirly Wood, Connecticut—dijo, y echó nuevamente a andar, sacando la barriga.
—Whirly Wood, Connecticut—dijo el joven—. ¿Eso, por casualidad, no está cerca de Whirly Wood, Connecticut? Sybil lo miró: —Ahí es donde vivo—dijo con impaciencia—. Vivo en Whirly Wood, Connecticut. Se adelantó unos pasos, se cogió el pie izquierdo con la mano izquierda y dio dos o tres saltos.
—No puedes imaginarte cómo lo aclara todo eso —dijo él. Sybil soltó el pie:
—¿Has leído El negrito Sambo?—dijo.
—Es gracioso que me preguntes eso—dijo él—. Da la casualidad que acabé de leerlo anoche.—Se inclinó y volvió a tomar la mano de Sybil—. ¿Qué te pareció? —¿Te acuerdas de los tigres que corrían todos alrededor de ese árbol? —Creí que nunca iban a parar. Jamás vi tantos tigres.
—No eran más que seis—dijo Sybil.
—¡Nada más que seis! —dijo el joven—. ¿Y dices «nada más»?
—¿Te gusta la cera?—preguntó Sybil. —¿Si me gusta qué? —La cera.
—Mucho. ¿A ti no? Sybil asintió con la cabeza:
—¿Te gustan las aceitunas?—preguntó. —¿Las aceitunas?... Sí. Las aceitunas y la cera. Nunca voy a ningún lado sin ellas.
—¿Te gusta Sharon Lipschutz?—preguntó Sybil. —Sí. Sí me gusta. Lo que más me gusta de ella es que nunca hace cosas feas a los perritos en la sala del hotel. Por ejemplo, a ese bulldog enano de la señora canadiense. Te resultará difícil creerlo, pero hay algunas niñas que se divierten mucho pinchándolo con los palitos de los globos. Pero Sharon, jamás. Nunca es mala ni grosera. Por eso la quiero tanto. Sybil no dijo nada.
—Me gusta masticar velas—dijo ella por último.
—Ah, ¿y a quién no?—dijo el joven mojándose los pies—. ¡Diablos, qué fría está!—Dejó caer el flotador en el agua—. No, espera un segundo, Sybil. Espera a que estemos un poquito más adentro. Avanzaron hasta que el agua llegó a la cintura de Sybil. Entonces el joven la levantó y la puso boca abajo en el flotador.
—¿Nunca usas gorro de baño ni nada de eso?—preguntó él.
—No me sueltes—dijo Sybil—. Sujétame, ¿quieres?
—Señorita Carpenter, por favor. Yo sé lo que estoy haciendo—dijo el joven—. Ocúpate sólo de ver si aparece un pez plátano. Hoy es un día perfecto para los peces plátano.
—No veo ninguno—dijo Sybil.
—Es muy posible. Sus costumbres son muy curiosas. Muy curiosas. Siguió empuiando el flotador. El agua le llegaba al pecho. —Llevan una vida triste—dijo—. ¿Sabes lo que hacen, Sybil? Ella negó con la cabeza.
—Bueno, te lo explicaré. Entran en un pozo que está lleno de plátanos. Cuando entran, parecen peces como todos los demás. Pero, una vez dentro, se portan como cerdos, ¿sabes? He oído hablar de peces plátano que han entrado nadando en pozos de plátanos y llegaron a comer setenta y ocho plátanos—empujó al flotador y a su pasajera treinta centímetros más hacia el horizonte—. Claro, después de eso engordan tanto que ya no pueden salir. No pasan por la puerta.
—No vayamos tan lejos—dijo Sybil—. ¿Y qué pasa despues con ellos?
—¿Qué pasa con quiénes? —Con los peces plátano.
—Bueno, ¿te refieres a después de comer tantos plátanos que no pueden salir del pozo?
—Sí—dijo Sybil.
—Mira, lamento decírtelo, Sybil. Se mueren.
—¿Por qué?—preguntó Sybil. —Contraen fiebre platanífera. Una enfermedad terrible.
—Ahí viene una ola—dijo Sybil nerviosa.
—No le haremos caso. La mataremos con la indiferencia—dijo el joven—, como dos engreídos. Tomó los tobillos de Sybil con ambas manos y empujó hacia delante. El flotador levantó la proa por encima de la ola. El agua empapó los cabellos rubios de Sybil, pero sus gritos eran de puro placer. Cuando el flotador estuvo nuevamente inmóvil, se apartó de los ojos un mechón de pelo pegado, húmedo, y comentó:
—Acabo de ver uno.
—¿Un qué, amor mío? —Un pez plátano.
—¡No, por Dios!—dijo el joven—. ¿Tenía algún plátano en la boca?
—Sí—dijo Sybil—. Seis. De pronto, el joven tomó uno de los mojados pies de Sybil que colgaban por el borde del flotador y le besó la planta.
—¡Eh!—dijo la propietaria del pie, volviéndose.
—¿Cómo, eh? Ahora volvamos. ¿Ya te has divertido bastante?
—¡No! —Lo siento—dijo, y empujó el flotador hacia la playa hasta que Sybil descendió. El resto del carnino lo llevó bajo el brazo. —Adiós —dijo Sybil, y salió corriendo hacia el hotel. El joven se puso el albornoz, cruzó bien las solapas y metió la toalla en el bolsillo. Recogió el flotador mojado y resbaladizo y se lo acomodó bajo el brazo. Caminó solo, trabajosamente, por la arena caliente, blanda, hasta el hotel. En el primer nivel de la planta baja del hotel—que los bañistas debían usar según instrucciones de la gerencia— entró con él en el ascensor una mujer con la nariz cubierta de pomada.
—Veo que me está mirando los pies—dijo él, cuando el ascensor se puso en marcha.
—¿Cómo dice?—dijo la mujer.
—Dije que veo que me está mirando los pies.
—Perdone, pero casualmente estaba mirando el suelo
—dijo la muier, y se volvió hacia las puertas del ascensor.
—Si quiere mirarme los pies, dígalo—dijo el joven—. Pero, maldita sea, no trate de hacerlo con tanto disimulo.
—Déjeme salir, por favor—dijo rápidamente la mujer a la ascensorista. Cuando se abrieron las puertas, la mujer salió sin mirar hacia atrás.
—Tengo los pies completamente normales y no veo por qué demonios tienen que mirármelos—dijo el joven—. Quinto piso, por favor. Sacó la llave de la habitación del bolsillo de su albornoz. Bajó en el quinto piso, caminó por el pasillo y abrió la puerta del 507. La habitación olía a maletas nuevas de piel de ternera y a quitaesmalte de uñas. Echó una ojeada a la chica que dormía en una de las camas gemelas. Después fue hasta una de las maletas, la abrió y extrajo una automática de debajo de un montón de calzoncillos y camisetas, una Ortgies calibre 7,65. Sacó el cargador, lo examinó y volvió a colocarlo. Quitó el seguro. Después se sentó en la cama desocupada, miró a la chica, apuntó con la pistola y se disparó un tiro en la sien derecha.

Sr.K reloaded


Aunque nadie lo halla notado (por si alguien, aparte de los bloggers, lee esto) he regresado de un exilio (in)voluntario. Suelo quejarme de todo y echarle la culpa a todos. Ésta no será la excepción. Me alejé del blog, e inclusive (y lo confieso) me olvidé de su existencia, ya que me encontraba sumergido, y muy atareado, cumpliendo exigencias académicas, familiares, físicas y emocionales (estas dos últimas más que nada,,, la depre cuenta?). Hasta me había olvidado del Sr. K., a quien dejé totalmente desarmado y sin poder defenderse de las venenosas acusaciones de Schizodman. Soy culpable!... y lo confieso! Cambiaré? No lo sé. No haré promesas porque no creo que las cumpla. Pero bueno, aprovechando mi buen ánimo, postearé un cuento de Salinger que hace un tiempo leí y me encantó. La metáfora del pez plátano me pareció genial y el diálogo con Sybil realmente delicioso. Ojalá sea leído y muy comentado

martes, 16 de septiembre de 2008

Rick Wright

Rick Wright ha muerto, recordémoslo.

Primero, dos canciones de su carrera como solista. La primera de su primer disco, la segunda de su último disco:

Against the odds

Hidden Fear

A continuación, un video en vivo de una de las canciones del último disco de Pink Floyd: 'The Division Bell'; disco criticado por algunos pero apreciado por mí a pesar de la notoria ausencia de Roger Waters en la banda. La canción es cantada por Wright:

Wearing The Inside Out

Finalmente, la canción 'A Saucerful of Secrets' tocada en vivo en Pompeya. Esta interpretación es impresionante, Pink Floyd en todo su esplendor:

A Saucerful of Secrets

Mil Gracias Wright.

Montesinos y Fujimori

Bastante tarde, quiero lanzar una pequeña reflexión sobre el encuentro que se dio entre Montesinos y Fujimori en el juicio que se le sigue al último. Y es que las interpretaciones que se le ha dado al encuentro no me satisfacen, hay algo que se les escapa, una conclusión que no he escuchado sacar.

Recordemos primero la actitud con la que Montesinos se presentó al juicio. Basta un pequeño ejemplo:


El tipo no hizo más que burlarse de la seriedad del proceso en cada una de sus intervenciones. Con actitud prepotente pretendió cargar sobre sus espaldas a toda la sala y dirigirla a donde le diera la gana. Él era el dominante, el más capaz, el único que poseía y decía LA VERDAD, el único con la suficiente autoridad para mirar por sobre el hombro a quien sea que le dirija la palabra. Obviamente esto habla de la psicología del individuo en cuestión; pero a su vez, esto no es algo improvisado, no es una personalidad aflorando instintivamente. Esta actitud estuvo bien planeada por Montesinos, fue su ‘táctica’ para enfrentarse a las interrogantes, para demostrar que él sigue siendo el que tiene el control, el que sabe cómo tratar a los que se le pongan en frente. Repito, no es una actitud improvisada, es todo lo contrario: una puesta en actividad de lo antes calculado como estrategia frente a las cámaras.

Todos coinciden en esto, sin embargo hay algo que no se ha sabido develar; esta claro pues, el mensaje que Montesinos quiso dar explícitamente, pero no me parece que este claro lo implícito en la actitud de Montesinos frente a su ex (a punto estuve de convertir el ex- en un prefijo, pero con el ‘ex’ basta). El siguiente reportaje muestra la interpretación clásica de la relación que se apreció en el evento:





Vemos pues, que se interpreta la gestualidad, las palabras y la actitud de Montesinos (los tres elementos íntimamente ligados y combinados por supuesto) como muestras de la relación estrecha y afectiva que se siente con el ex. Así mismo se atribuye a esto la actitud de complicidad con la que Montesinos se presentó en la sala. ¿Pero es esto cierto?; ¿Montesinos fue realmente a ‘exculpar’ a Fujimori?; ¿lo intentó rescatar del naufragio con su actitud amical (por decir lo menos) y solidaria?; ¿son esos gestos, esas sonrisas, espontáneas?; ¿son realmente muestra del amor que se le sale por su deseado y extrañado ex?

Yo no lo creo, yo creo que tenemos que ver más allá de lo evidente. Si juzgamos con claridad que Montesinos tenía planeada su presentación (como es bastante obvio que debió haber sido), porqué no plantearnos que así como las palabras y la actitud fueron parte de una estrategia calculada, también lo fueron esas sonrisas, esas miradas, esos saludos respetuosos que el ex asesor le dio a su presidente. Yo no veo en todas esas expresiones una afloración de la química que Montesinos siente con Fujimori, como sí interpreta el ingenuo psicólogo que presentan en el reportaje (pero bueno, la ingenuidad es característica recurrente en psicólogos). Lo que yo veo son gestos previamente calculados, lo que yo veo es a un Montesinos queriendo hacer ‘pisar el palito’ a Fujimori con sus sonrisas de cómplice. Yo no veo a Montesinos tratando de ayudar a Fujimori, yo veo mas bien a Montesinos queriendo hacer creer que está ayudando a Fujimori. Pero lo que estaría deseando es precisamente lo contrario: que el jalado le conteste las sonrisas (como lo hizo) no para salvarlo del naufragio, sino para hundirlo con él.

Montesinos comienza el juicio diciendo que está ahí para exculpar al acusado, para desmentir todas las calumnias que se están diciendo sobre él. La primera imagen que nos vende es la del salvador, la del hermano de sangre que ha vuelto para rescatar a su desgraciado amigo. Y todos la compraron, todos se quedaron con esa imagen y la proyectaron a lo largo de toda la audiencia. Pero después de esa declaración inicial, ¿acaso Montesinos se preocupó por aclarar la situación de su ex?, a mí me parece que para nada. Tras su primera intervención Montesinos no hizo mas que jugar al titiritero con los fiscales, los jueces, con otros personajes que asomaban en el interrogatorio (claro ejemplo de esto son las alusiones al ex vicepresidente San Román y al fiscal Guillén), y con todos aquellos que observaban el evento desde un televisor. No hubo una real defensa a Fujimori, hubo mas bien un constante ataque en todas direcciones, una serie de disparos desesperados hacia quien sea que ponga en frente. Y en medio de todo este caos generado, Montesinos se las ingenia para lanzarle unas cuantas sonrisas a Fujimori (sonrisas que sabe que serán captadas por las cámaras), como diciéndole: “Ves cómo todos acá están a mis pies?, vez cómo estoy acá para sacar la cara por ti?, estos no pueden con nosotros, son todos muy débiles. Sigo siendo tu cómplice, mándame alguna guiñadita para saber que sigues siendo tú también mi cómplice” Pero a mí me parece que lo que Montesinos habría estado diciendo realmente es: “Acá estoy jugando al cómplice fiel, cae en mi juego chino, para que te hundas conmigo, para que todos vean que tu relación conmigo sigue siendo la de siempre. Cae en mi juego y todos hablarán de un Fujimori maldito que sigue en sus artimañas con el demonio. Devuélveme la sonrisa para que te pueda hundir tal como yo ya estoy hundido; me burlo del fiscal, del juez, de la gente, y también me burlo de ti”

La sonrisa final de Montesinos no es una despedida cómplice y amorosa, es mas bien una invitación al tropiezo, a la desembocadura de la estupidez de un ex gobernante que ha caído una vez más en las tretas de su asesor, y que una vez más se va a hundir con él.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Do you speak english?

Usualmente vemos pues las constantes batallas entre vándalos, donde los que atentan contra la propiedad pública pintando las paredes son los más "bacanes", los "jefecitos", pues pueden escribir en las paredes lo que se les venga en gana. Esta no es una retórica en contra de mi alma máter, la universidad de San Marcos, simplemente es una reflexión sobre la cantidad de alumnado que sigue a estudiantes... si es que uno se puede preguntar que clase de estudiante comete el atropello cultural de decir al mundo :"soy imbécil, y qué!" como el detalle que observamos en la siguiente foto:


Esta fotografía fue tomada en un muro en el interior de la universidad San Marcos.

Espero se hayan dado cuenta del error.

Sr. K estará de acuerdo que hay un error y negará rotundamente que el que realizó esto no fue de su facultad. Lo único que me queda decir frente a esto es que no todos los alumnos de la universidad tenemos este nivel de ignorancia. O por lo menos no lo hacemos público. Y que espero que aquellos amigos que lean esta reflexión analizen por qué la universidad publica se encuentra en donde está. Los dirigentes y los representantes estudiantiles ni siquieran tienen tercio superior, gente que debió haber egresado hace años sigue "luchando" por algo que terminará en su propio bien.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Babe Ruth - First Base (1973)

Hay grupos que merecen toda nuestra atención, y que sin embargo pasan desapercibidos en medio de la sobrecarga de posibilidades (impuestas) en la que nos vemos sumergidos con los medios masivos de comunicación. Babe Ruth es uno de esos grupos. Sobresalen con influencias latinas, bluseras, jazzeras y progresivas. Y es que no hablamos de cualquier grupo, este es realmente uno de esos grupasos que uno no puede creer cómo es que no han dejado más huella.

Tuvieron vida corta, de 1971 a 1976 como grupo, y del 73 al 76 publicando discos, 5 en total; aunque el último disco es con una formación totalmente diferente a la primera, así que es difícil considerar si esa es verdaderamente (absolutamente, eidéticamente, idealmente) la banda Babe Ruth. Ahora bien… en el año 2007 se reunieron los 5 integrantes originales y grabaron un disco con nuevos temas :D. Así que podríamos decir que la banda en toda su esencia, en todo su espíritu, sigue en pie, y puede darnos algo más.

Publico ahora el primer disco ‘First Base’ de 1973 y un par de videos fenomenales de la banda interpretando canciones de esta producción.

Mención especial para la cantante, Jennie Haan, hacia quien debo confesar mi más profundo amor. Su potentísima voz enamora a cualquier alma progresiva de este planeta.

El album cuenta con un cover de Zappa: ‘King Kong’. La carátula del mismo fue diseñada por Roger Dean, autor de múltiples carátulas de Yes.

1. Wells Fargo
2. The Runaways
3. King Kong
4. Black Dog
5. The Mexican
6. Joker
Integrantes: Alan Shacklock (guitarra); Janita (Jennie) Haan (voz); Dave Hewitt (bajo); Dick Powell (bajo); Dave Punshon (teclados).
'The Mexican'

'Black Dog'