sábado, 5 de julio de 2008

Los modernos

No puedo leer a los modernos (Hume, Kant, Hegel, etc.) y tomarlos en serio. No es que me parezcan estúpidos o que me parezcan muy graciosos, es solo que los leo y no puedo ponerme en el plan de: ‘ok, están diciendo lo que realmente creen de la realidad’. Cuando tratan temas epistemológicos no siento que estén hablando del mismo mundo en el que yo vivo, o mejor dicho, ni siquiera me planteo que estén hablando del mismo mundo en el que yo vivo, de los mismos seres humanos, del mismo conocimiento.

No puedo cuestionarlos, ni puedo estar de acuerdo con ellos. No los leo con actitud filosófica, porque en el fondo no siento que estén hablándome de una posición filosófica sobre la que realmente se pueda creer. Y esto no es algo que decida hacer, es decir, no es que considere sus puntos de vista errados, y por lo tanto no pueda dialogar con ellos, es que en el fondo, casi de modo inconciente, parezco decirme a mi mismo: ‘me están planteando un sistema metafísico, que puede resultar interesante e ingenioso, pero esto claramente no habla de la realidad (al menos no de mi realidad)’. Y a partir de esa aparente suposición, los leo, y no los puedo disfrutar; los leo en clave histórica talvez, pero definitivamente no en clave filosófica.

Wittgenstein plantea en ‘Sobre la certeza’ que hay cosas de las que no podemos dudar. Es decir, hay cuestiones que son la base del sentido de nuestro lenguaje, y por lo tanto del sentido de nuestra relación con el mundo, con los demás y con nosotros mismos. Si dudáramos de todo, incluso de aquella base que le da sentido a nuestro lenguaje (al modo en que lo intenta hacer Descartes), entonces todas nuestras palabras, todas nuestras vivencias, nuestras creencias, nuestros deseos, nuestras acciones, no tendrían ningún sentido. No podríamos siquiera imaginarnos una situación así.

Cuando Wittgenstein dice que él no ‘sabe’ que tiene dos manos, sino que él ‘está convencido’ de que tiene dos manos, se refiere a que hay cuestiones que no nos las planteamos como ‘saber’, o como ‘conocimiento’. Estas son cuestiones de las que simplemente estamos convencidos, ni siquiera nos planteamos que son verdaderas, o que pueden ser falsas, porque eso implicaría hacer a un lado el sentido más básico que le damos a la realidad, y eso es un absurdo.

Así pues, podría decir, que la base de sentido que yo tengo, y la base de sentido que tienen los modernos, son demasiado distintas, por lo que cuando intento entrar en dialogo con ellos no puedo ponerme sobre su piso, eso implicaría poner entre paréntesis creencias demasiado nucleares que he formado (y la epojé husserliana yo aun no la puedo alcanzar). No siento que sus palabras estén vivas.

El conocimiento de los modernos se me presenta en más de un aspecto como un conocimiento inmóvil, tieso, muerto, vago, irreal, encarcelado. No tiene nada de anormal la escena de la película de Derek Jarman, en la que Wittgenstein se ríe cuando le recomiendan leer más a Hegel: “No podría leer a Hegel. Me volvería loco!”

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