lunes, 30 de junio de 2008

Mundial de filosofía

No hace mucho me encontré con este genial video en youtube. Me quito el sombrero ante humor tan fino. Todo lo que se es que es producto de un grupo de comediantes ingleses de los 70s llamado Monty Phyton. Ahí va:

viernes, 20 de junio de 2008

BAHAMUT 2 (Lili Fiallo)


En relación con el post anterior, publico una pintura inspirada en el relato de Borges sobre Bahamut. La autora de esta obra es la argentina Lili Fiallo.

Bahamut

jueves, 19 de junio de 2008

BAHAMUT (Jorge Luis Borges)

'El libro de los seres imaginarios' de Borges ha sido todo este ciclo el libro que me ha acompañado en la mochila. He recurrido a él cada vez que quería alejarme un poquito de la filosofía (o sería más exacto decir: alejarme de los modernos, a quienes no pienso mirar ni de reojo en las vacaciones que tenga proximamente). A continuación cito a uno de los seres que se asoman por el libro: Bahamut, criatura de la mitología arabe:

“La fama de Bahamut llegó a los desiertos de Arabia, donde los hombres alteraron y magnificaron su imagen. De hipopótamo o elefante lo hicieron pez que se mantiene sobre un agua sin fondo y sobre el pez imaginaron un toro y sobre el toro una montaña hecha de rubí y sobre la montaña un ángel y sobre el ángel seis infiernos y sobre los infiernos la tierra y sobre la tierra siete cielos. Leemos en una tradición recogida por Lane:

‘Dios creó la tierra, pero la tierra no tenía sostén y así bajo la tierra creó un ángel. Pero el ángel no tenía sostén y así bajo los pies del ángel creó un peñasco hecho de rubí. Pero el peñasco no tenía sostén y así bajo el peñasco creó un toro con cuatro mil ojos, orejas, narices, bocas, lenguas, y pies. Pero el toro no tenía sostén y así bajo el toro creó un pez llamado Bahamut, y bajo el pez puso agua, y bajo el agua puso oscuridad, y la ciencia humana no ve más allá de ese punto’

Otros declaran que la tierra tiene su fundamento en el agua; el agua, en el peñasco; el peñasco, en la cerviz del toro; el toro, en un lecho de arena; la arena, en Bahamut; Bahamut, en un viento sofocante; el viento sofocante, en una neblina. La base de la neblina se ignora.

Tan inmenso y tan resplandeciente es Bahamut que los ojos humanos no pueden sufrir su visión. Todos los mares de la tierra, puestos en una de sus fosas nasales, serían como un grano de mostaza en mitad del desierto. En la noche 496 del Libro de Las Mil y Una Noches, se refiere que a Isa (Jesús) le fue concedido ver a Bahamut y que, lograda esa merced, rodó por el suelo y tardó tres días en recobrar el conocimiento. Se añade que bajo el desaforado pez hay un mar, y bajo el mar un abismo de aire, y bajo el aire, fuego, y bajo el fuego, una serpiente que se llama Falak, en cuya boca están los infiernos.

La ficción del peñasco sobre el toro y del toro sobre Bahamut y de Bahamut sobre cualquier otra cosa parece ilustrar la prueba cosmológica de que hay Dios, en la que se argumenta que toda causa requiere una causa anterior y se proclama la necesidad de afirmar una causa primera, para no proceder en infinito.”

miércoles, 18 de junio de 2008

Aaron Copland: Cómo escuchar la música 2



La música en especial es un arte al que es común acercarse con ánimo del mentado ‘baño emocional’ y nada más. Y eso no tiene nada de malo. Lo que sí tiene algo de malo es pretender que uno es conocedor de la música, o que la disfruta profundamente, cuando no se le da la importancia debida al trabajo intelectual del compositor. Al parecer se tiene la imagen del compositor como un ‘hacedor de melodías’. Nada más insultante. El compositor no es simplemente la melodía, es cada uno de los arreglos, de los timbres que se eligen, de los quiebres en los ritmos, etc.

Se me viene a la mente Gianmarco diciendo que el compositor no es más que aquel que atrapa las melodías que ‘están en el aire’. Yo a eso le llamo mediocridad. Y no se equivoquen, hay ciertas canciones que le he escuchado a Gianmarco, y que he disfrutado, pero no es posible que un músico se rebaje tanto, que no sea conciente del trabajador que es o que tiene que ser. Probablemente para Gianmarco o para esos tipos de ‘artistas’ les sea fácil decir algo así, ya que le encomiendan todo el trabajo a un ‘productor’, que en estos casos es quien realmente le da vida a las canciones. Considero natural que el artista disfrute el matarse trabajando en su arte, que quiera ser dueño total de su arte en todos los campos posibles. Porque eso es lo que hace el artista (digamos que ese es su motivo de ser artista, y es lo que a mi parecer se disfruta tanto al ser artista), es decir, generar gérmenes emocionales, cargados, significativos, pero al fin y al cabo sólo gérmenes si es que aun no tienen el trabajo intelectual (que repito, no consiste necesariamente en llenar la obra de detalles).

¿En qué sentido es realmente un artista quien no trabaja su arte intelectualmente? Claro, alguien podrá escandalizarse y decir: ‘y quién eres tu para decir qué es el arte, o quien es artista?!’. Bueno pues, pienso que sí tienen que haber criterios para considerar qué es el arte o quién es el artista. CRITERIOS MÓVILES, NO RIGIDOS, CRITERIOS QUE NO SIGNIFIQUEN ENREJAR LAS POSIBILIDADES DEL TRABAJO ARTÍSTICO, pero al fin y al cabo criterios. Ayudaría a esta aclaración de los criterios una lectura de los criterios del lenguaje de Wittgenstein, o del fundamento móvil que le busca al sentido de nuestras palabras.

Abra por ahí otro que se escandalice (con más razón) y quiera decir: ‘pero Schuman está hablando claramente de música de cámara, cómo se te ocurre a ti hablar de (lo que Schuman y yo llamamos) música popular. Y encima citas a Gianmarco!’ Bueno la verdad este sería un tema de un post individual, pero podría decir ahora que cualquiera de las cosas que he expresado se aplican a cualquiera de esos dos ámbitos, aunque a mi me parezca que la división tan grande que se ha hecho entre la música de cámara y la música popular es realmente absurda. El propio Schuman, aunque no exageradamente, parece concebir una brecha demasiado grande entre estos dos modos de entender la música. Demostrando así con amplia obviedad el poco conocimiento de, por ejemplo, ciertas obras progresivas (propias de lo que llamarían ‘música popular’), que nada tienen que envidiarle a la ‘complejidad’ de la música de cámara, en la que Schuman se apoya para hacer la división.
El artista no es un mago; el artista es un trabajador.

Aaron Copland: Cómo escuchar la música 1


Acabo de comenzar a leer un libro que tenía apuntado entre los tantos libros y temas que quisiera investigar si tuviera más tiempo y menos flojera. Me refiero al libro de Aaron Copland: ‘Cómo escuchar la música’. Por supuesto, teniendo la vida que tengo, sumergida siempre en la música, al ver el título hace un tiempo en una de las ferias del libro que se arman en la universidad (ferias que si no tuvieran ese puestito de carteritas pucp probablemente disfrutaría más, por la cantidad de gente que dejaría de ir), tuve mucha curiosidad por saber a qué se refería. No lo compre por misio, y solo atiné a apuntarlo en mi libretita, esperando que algún día me vuelva a encontrar con él, y que ese día ya tenga dinero.

Hoy tengo el libro en mis manos, no porque lo haya comprado, sino porque me di cuenta de que estaba en la biblioteca de la universidad, con lo cual sume una excusa más para seguir desempleado. Como dije al inicio, recién lo he comenzado a leer, y ahora quisiera comentar no más que la introducción de William Schuman, que tiene cosas por resaltar, y mucho.

Schuman comienza con la misma pregunta que yo me hice cuando vi el libro por primera vez: ¿para qué un libro que me ‘enseñe’ a escuchar la música? Bueno, ciertamente hay muchas cosas que se podrían aprender para poder oír más detalladamente la música. Lo cual a mi juicio (y al parecer también al de Schuman, aunque adelanto que al parecer no al de Copland) no es ninguna obligación, ni es nada que te haga un ‘mejor’ oyente de la música. Simplemente creo que si eres conciente de ciertas cuestiones un tanto técnicas de la música, podrías acercarte un poquito más a ella, y sobre todo, como dice Schuman tan correctamente: ‘El conocimiento intensifica el goce’.

La verdad, no debería haber más argumentos que este último. Si tener un mejor conocimiento de la música (que es también una técnica al igual que todas las demás artes) me provoca un mayor goce, entonces no hay más que decir. Prácticamente tengo la obligación moral de ampliar mis conocimientos siendo el apasionado por la música que soy, pues el mayor goce me va a llevar a felicidad, y ese siempre es el fin.

Aaron Copland

Tras un elogio a Copland, Schuman dice lo que me parece lo más importante de su pequeña introducción: la importancia del factor intelectual a la hora de contemplar la música (y por supuesto cualquier otro arte). Cito a Schuman para luego comentarlo:

“Por desgracia para la música, muchos oyentes se contentan con meterse en un baño emocional y limitar su reacción a la música al elemento sensual de sentirse rodeados por sonidos. Pero estos sonidos están organizados; los sonidos nos hacen un llamado intelectual así como otro emocional.”

Esto me parece importantísimo, pues es muy común en todas las artes que la contemplación se haga sólo desde un punto de vista emocional, cuando lo más rico del arte está en su trabajo intelectual. Lo digo una y mil veces: los genios son genios no por el talento sensual que tienen, o por las hermosas melodías, o figuras, o palabras que crearon, son genios por el trabajo arduo, constante, detallado, INTELECTUAL, que le dan a su arte. Y es importante que le prestemos atención a este trabajo, porque de lo contrario estaríamos relacionándonos solo superficialmente con el arte. Cada detalle cuenta y a cada uno se le debe prestar atención, como parte fundamental de un todo.

El llamado intelectual al que se refiere Schuman es el más importante si es que pretendemos tener un acercamiento profundo con el arte. No se puede pretender hablar seriamente de una obra artística, si es que no se considera el trabajo del artista que va más allá de lo visceral, que aunque siempre es la partida del arte, NO BASTA para generar un arte lo suficientemente rico. Y no quiero decir con esto que el arte para que sea rico tenga que estar plagado de detalles. Tantas obras maestras que consideramos muy simples, no surgen del poco trabajo del artista, todo lo contrario, surgen de un trabajo tan notable y tan esforzado, que optó por dejar a la obra desnuda de detalles, notando que de ese modo la obra expresaría más, que así sería más rica. Es un detalle delicioso la simpleza de una obra.

viernes, 13 de junio de 2008

Clint Eastwood: Los Puentes de Madison



Acabo de volver a ver (por cuarta vez) la maravillosa película de Clint Eastwood: ‘Los Puentes de Mádison’. Suelo alejarme y hasta asquearme de muchas situaciones amorosas (empalagosas, vergonzosas, irritantes) de la vida cotidiana; los besos, abrazos y caricias en exceso (y no tan en exceso), tan comunes en el mundo de La Gente, no me caen bien. Incluso creo haber llegado a formar una especie de fobia por el contacto físico con otras personas. Pero cuando se trata de ciertas películas que tratan el tema del amor, la verdad es que puedo terminar con los ojos llenos de lágrimas y con el corazón totalmente apachurrado. Tal es el caso de películas como ‘Antes del atardecer’, ‘Con animo de amar’, ‘El hijo de la novia’, etc.

Pero el romance que me llevó a componer este post es el que muestra Eastwood en su película ya nombrada. Es realmente notable el trabajo de este director, que siempre me sorprende por la finura y delicadeza con las que trata sus películas. Cada una de las escenas poseen una ligereza tan elegante que se puede disfrutar por horas. En ‘Los Puentes de Mádison’ Eastwood se inspira en un libro homónimo (de Robert James Waller), a partir del cual muestra a su modo una historia de amor que llega hasta los huesos por su sinceridad y su exquisitez.


Para empezar, las actuaciones de los protagonistas (el propio Eastwood como ‘Robert’, y Meryl Streep como ‘Francesca’) son geniales. Ambos encarnan personajes que a lo largo de la película van evolucionando muy detalladamente. Ambos personajes muy bien escritos, muy bien construidos. Robert y Francesca pasan por un proceso de trastorno profundo mientras crece su romance. Al inicio es él quien tiene las respuestas, es él quien tiene algo que decirle a ella sobre la vida, él sabe qué camino señalar. Al final es ella quien intenta las respuestas, y es él quien las esquiva, quien busca otras salidas, quien ahora ya no tiene respuestas y está dispuesto a cambiar su vida, aunque claramente esta ya cambió radicalmente. Él ha pasado de ser un solitario, de no necesitar a nadie, a estar totalmente entregado a ella.

Pero no es solo la historia, las actuaciones, la construcción de los personajes, el guión, la música, los que hacen de esta la gran película que es. La sensibilidad de Eastwood para filmar es inmensa, te deja sin aire. Hubiera sido tan fácil caer en cursilerías con esta historia, pero eso no sucede nunca, hay una delicadeza sobrecogedora que no permite que eso le pase a la película. Lo que logra Eastwood es algo arrollador pero a la vez muy liviano, es decir, es muy sencillo sumergirse en las imágenes que nos muestra y dejarse llevar con ellas y su carga emocional precisa. Y esto es algo que Eastwood lo ha demostrado en todos los géneros que ha realizado, realmente parece mágico lo que logra en sus películas. Permite que vivamos una experiencia estética única y plena con un trabajo muy bien logrado.


La escena más conmovedora de la película probablemente sea la del último encuentro. La lluvia, los colores, todo el ambiente de ella. La mirada que se dan, que uno no quiere que termine nunca. Ambos en el mismo semáforo; ella en el auto de su esposo, justo detrás de la camioneta de él, quien no avanza cuando se prende la luz verde. Y la línea clave de la película: el esposo de Francesca preguntando ‘what is he waiting for?’. Por supuesto, la espera a ella, que sentada al lado de su esposo, aprieta con rabia la manija, rabia causada por el miedo, la impotencia y el amor que siente sabiendo que debe decidir ahora.

lunes, 2 de junio de 2008

I've never met a man who knew so much about nothing


La felicidad es el fin de todo ser humano, la felicidad se apoya en la filosofía donde la insensatez de ayer se vuelve la sabiduría de mañana, y cuyo secreto, como dice Tolstoi, no es hacer siempre lo que se quiere sino querer siempre lo que se hace. Como diría Einstein... todos somos muy ignorantes... pero no todos ignoramos las mismas cosas. Esto es Industrias Vandelay.

Schizoidman.

domingo, 1 de junio de 2008

Justificación: ¿Por qué un blog?

De pronto surgió una idea: 'debería crearme un blog'. En seguida surgió una pregunta: '¿y eso de qué me serviría?' La respuesta aun no es clara. Y creo que sería un error intentar aclararla inmediatamente. Lo que realmente espero es que conforme vaya pasando el tiempo y vaya realizando publicaciones, este espacio me sea útil y beneficioso, de modo que nunca tenga una respuesta concisa a mi pregunta, sino que pueda irme justificando la idea del blog paso a paso, letra a letra, idea a idea. No espero pues realizar un blog que sea uniforme o delimitado en sus temas, por el contrario, estoy seguro de que la variedad abundará por aquí, no solo de mi parte, sino también de los que me hacen compañía en este nuevo ‘proyecto’ (de los montones que cada día me propongo realizar) que ha surgido.

Si a alguien le interesa lo que aquí se publique, excelente, bienvenidos sean su atención, sus comentarios, sus críticas, sus maldiciones, etc. Pero mi principal propósito será procurarme satisfacción a mí mismo, como en cada una de las empresas en las que me encamino.

Confío en quienes me acompañan en esta ocasión, y ellos confían en mí. Eso basta en las Industrias Vandelay.

Soothsayer.